Mediterránea: la dieta que no es dieta

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Todos los años, salen nuevas dietas cada vez más polémicas. Pero entre tantos planes alimenticios (cada vez más extravagantes y surrealistas) hay uno que se mantiene en pie hace más de 70 años y nunca claudica: el de la dieta mediterránea.

Tal vez nunca pasa de moda porque, en realidad, no es una “dieta”estrictamente hablando. ¿De qué se trata? Básicamente, de seguir las pautas de la gastronomía de Grecia, Italia, Chipre y otros países de la zona. Esto implica basar casi toda la ingesta en vegetales, frutas, cereales; reducir el consumo de carnes rojas; comer de forma moderada pescados y mariscos y que el mayor consumo de grasas provenga del aceite de oliva. Esto no significa, necesariamente, restringir calorías sino reducir las que devienen de alimentos ultraprocesados y con exceso de sodio, azúcares y triglicéridos.

¿Por qué se popularizó? Para responder esta pregunta tenemos que remontarnos a los años 50. Después de la Segunda Guerra Mundial, el fisiólogo estadounidense Ancel Keys condujo una investigación para estudiar el avance de las afecciones coronarias en distintos países. Tras este estudio, se detectó que las personas que viven en el sur de Europa tienen menor incidencia de enfermedades cardiovasculares. Esto tenía que ver con algo que él llamó un “estilo de vida mediterráneo” y su forma de alimentación.

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Tan positiva y beneficiosa es, que en 2016 fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.En definitiva, ¿cómo llevar la “dieta mediterránea” que, como vimos, no es una dieta? Súper simple: Que nunca falte en tu plato una ensalada con hojas verdes abundantes, muchos vegetales de todos los colores, un buen chorrito de aceite de oliva, pescados frescos y panes con cereales . Todo eso, con un vinito: ¿se puede pedir más?


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