Con garbanzos, todo es rico

Autor Elisabeth Checa
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Muy fácil de hacer, aunque se requiere del mismo brío, paciencia y esfuerzo necesario cuando se hace polenta real, no la pre-cocida.
Sólo hay que mezclar la harina de garbanzos, comprada en una dietética, con agua.
 


Poner una parte de la harina, tres partes de agua en una cacerola y revolver con cuchara de madera 40 minutos sin parar, tipo danza derviche.  

Se enfría esa harina de garbanzos ya cocida a pulmón, sobre el revés de un plato, la medida  justa para que la masa quede bien fina.
Después se corta en triángulos y se fríe en aceite de oliva muy caliente. Se secan como todas las fritangas, sobre papel.   

Puede despertar pasiones gourmet incontrolables y ayudar en otra; según la medicina ayurvédica la harina de garbanzos es santo remedio cuando la libido desmaya.
Otros manjares mediterráneos con garbanzos: hummus, ese puré de garbanzos con pasta de sésamo y oliva. Y la fainá que sorprendentemente probé en las medinas y mercados en Marruecos (Assilah) y algunos barrios argelinos, dónde la llaman calientita.

Imprescindibles para añadir a los pucheros o cocidos, pero atención, siempre deben remojarse unas horas antes de hervirlos. Los apurados pueden recurrir a los garbanzos de latas. No es lo mismo.
 

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