Otro fin del mundo

Primera parte de un viaje esplendoroso y conmovedor por la Galicia más profunda, vital, misteriosa y mística. Un recorrido por sus sabores y gastronomía basada en la calidad de sus productos únicos.

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Primera parte de un viaje esplendoroso y conmovedor por la Galicia más profunda, vital, misteriosa y mística. Un recorrido por sus sabores y gastronomía basada en la calidad de sus productos únicos.


Seis días intensos para conocer lugares de este sitio en el norte de España, valles luminosos, mar bravío, iglesias románicas, bosques de castaños y pinos. Hay mucho para contar, ya empiezo a saborear los recuerdos desde un Madrid ardiente (42 grados), antes de partir a otro destino. Lo mío es el infinito viajar, robar, mirar, escuchar. Paladear el mundo en sus infinitas circunstancias.

El segundo día de nuestra llegada de Madrid a La Coruña, ciudad elegante y burguesa, que me recuerda lejanamente por el estilo a San Sebastián. Allí es el reino de los edificios con galerías modernistas, art dèco, art nouveau. Se trata de balcones de vidrio o cristal que garantizan la luz en las viviendas de estas ciudades que se definen por neblinas y lluvias, por eso, el intenso verdor de sus parques. Llegados de un largo viaje desde Buenos Aires, pudimos regalarnos a la hora del almuerzo con una vera empanada gallega, aunque hay de diversos conocería a los distintos bichos del mar en las lonjas, los mercados donde asisten pescadores y compradores. Como segundo merluza pescada con anzuelo.

Empiezo por el fin, sí, el otro fin del mundo. El Cabo de Finisterre donde se creía, desde tiempos romanos o antes, que terminaba el mundo. Allí en el acantilado en el extremo de lo que era el mundo conocido, hay una cruz donde los peregrinos del Camino de Santiago, queman lagunas de las prendas usadas en su largo camino, Purificación. Una vez más se mezcla lo místico con lo pagano.

Una tarde mágica junto a un Atlántico azul, con muchos tonos de azul, desde celeste, claro, brillante y opalino, hasta el azul profundo. Desmiente ese amenazante nombre Costa das Martes, a raíz de la gran cantidad de naufragios que allí sucedieron.

Como música de fondo un gaitista solitario. Un momento conmovedor al que seguirían otros goces más contundentes, con la sensualidad de los sabores marinos, probados en un restaurante sobre el Puerto ,Tira Do Cordel, donde junto a un blanco Ribeiro, una de las denominaciones de origen de los vinos de Galicia, probamos las navajas, deliciosas y frescas, a la plancha, solas su alma, almejas apenas saltadas con ajo y un pescado de roca a la plancha, todas esa maravillas las veríamos luego en el mercado (lonja) de los pescadores en Muros, un pueblo marino en el camino de Santiago de Compostela. Dulces delicias gallegas: una finísima masa de tarta de manzanas y Torta de almendra, omnipresente a la hora del postre y los desayunos.

Hay más, mucho más para contar, lo haré desde algún lugar de este mundo ancho para nada ajeno.

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