De mis innumerables merodeos parisinos, por la profesión o la lejana juventud bohemia, estos son los que prefiero.
En Faubourg Saint Antoine visité por segunda vez un marché alucinante: Mercado d’Aligré. En el inmenso mercado cubierto hay carnes de todos los bichos posibles, queserías y lugares para aprovisionarse de charcutería, especias, aceitunas y panes.
A la vuelta el famoso, atiborrado y popular bar-a vins Baron Rouge, el bar del mercado con una impresionante oferta de vinos naturales y ostras.
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En reciente viaje descubrí el Marché del Boulevard Raspail, cuadras y cuadras de ofertas orgánicas con clientes exquisitos, la fauna que ahora puebla el antes bohemio quartier Latin cuando el más famoso era el de la rue de La Huchette.
Y el histórico de la rue Mouffetard, cerca de la famosa place de La Contrescarpe, con bares encantadores para acodarse o sentarse en la terracita a pedir los vinos de la casa seleccionados por el patrón.
En los mercados parisinos, un rato antes de cerrar, liquidan todo, a los gritos. Se consiguen gangas.
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