Entre la multitud de ofertas gastronómicas de Buenos Aires, ciudad cosmopolita, la cocina del medio oriente no devino fashion, algo olvidada frente a la avalancha de otras etnias- primero los japoneses, luego los peruanos. Pero es muy fácil acceder a esta cocina de sabores netos y al mismo tiempo lleno de matices e influencias.
En Argentina, la colectividad sirio- libanesa es la tercera en cantidad de miembros, después de la española e italiana. En Buenos Aires y en el interior siempre se podrá probar alguna especialidad mezzo oriental, suculenta y especiada.
Para los porteños que se enfrentan a una heladera vacía, al cansancio o a la flojera a la hora de los buenos manduques existe una solución para asombrar a los amigos o asombrarse uno mismo. Tabule, así se llama la empresa, propone un delivery de platos mezzo orientales, fríos y calientes. A precios más que amables, en todo caso en algunos casos son inferiores a esas empanadas melancólicas que, a veces, pedimos por desidia o desesperación.
Entre los platos fríos, los famosos Mezze, picadas orientales perfectas para vino blanco o rosados secos, hay varios puré; de morrones, dos tipos de
hummus de garbanzos, de berenjenas; laban, ese queso ácido al que tan bien le va el aceite de oliva y otros picoteos. Hay un importante capítulo kebbe: me encantaron los de carne cruda, pequeñas
albondiguitas especiadas con comino y otras yerbas. Entre los platos calientes, empanadas, Fatay abiertas. La ensalada Belén, con castañas de cajú, hierbas y vegetales, es muy fresca y al mismo tiempo suculenta, un must. También, por supuesto la Tabule, con trigo bhurgul, la emblemática y fresca ensalada oriental, sueño de una noche de verano.
Dulces clasicismos
orientales para convertir el próximo 14 de febrero en algún episodio de las Mil y una noches. Ricos y saludables, todos los platos van con un rosé seco. Me gusta especialmente con el Syrah de Santa Julia, esa cotidianeidad.
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