Las remolachas son ricas en vitaminas, azúcar y calcio.
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Los escandinavos y los rusos adoran las remolachas, las usan para sopas suculentas como el borscht, en ensaladas con arenque marinado (como probé en Suecia) y también convertidas en pickles agridulces.
En este verano austral pueden utilizarse como opción fría para sumar a la mesa, como el tartare inventado por famoso chef neoyorquino, que conocí hace 20 años, con remolachas cortadas en mínimos cubos condimentadas con alcaparras, salsa inglesa, pimienta, sal marina y mayonesa casera. Fue copiado por los restos porteños.
Si se trata de acompañar el asado, las remolachas también pueden pasarse por las brasas y servir con queso de cabra y hierbas, combinación buenísima.
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El eneldo es la hierba que mejor le va a esta raíz, hago en la licuadora una sopa fría de remolachas mezclada con yogur y esta hierba.
Una opción cruda: rallada mezclada con zanahorias y repollo rallado o manzanas verdes.
En general necesitan una larga cocción, quizás por eso en las verdulerías europeas (sobre todo en Paris y Madrid) se comercializan pret- a- porter ya cocidas y enteras, listas para experimentar.
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En todo caso los vinos rosados modernos, frescos y secos representan la mejor compañía para las remolachas del verano.