En la tierra del alcornoque

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La impresión es rara y el calor intenso. Los hombres trepados con hachas y cuchillos entre árboles que muestran sin pudores su desnudez rojiza. El color casi naranja indica la parte en que ha sido sacada la corteza. Hasta que ésta se reponga pasaran muchos años, nueve exactamente. Es un saber ancestral
Los alcornoques frágiles, bien resguardados con una tela metálica, acaban de plantarse Quien verá el fruto de estos árboles. ..nietos o bisnietos. En Alentejo, zona de olivos, viña y alcornoques dicen: “si quieres un negocio inmediato planta viña, si lo quieres para tus hijos, olivares, para tus nietos, alcornoques...”
El alcornoque y su corcho están teñidos de la materia del tiempo. Hay que esperar muchos años para que un árbol alcance la madurez. No es emprendimiento para ansiosos. Diez, quince años quizá para que comiencen dar sus frutos, esas bellotas, manjar del cerdo ibérico. Pero aun se imponen de 25 a 35 años para que el árbol desarrolle el corcho, aun así este primer vástago, no es el más apto para tapones. A los 9 años puede cosecharse de nuevo, pero es recién en la tercera cosecha que puede obtenerse el mejor corcho, ese que merecen no solo los grandes vinos, sino todos los buenos vinos.
Junto a los árboles se juntan capas de cortezas. Quedaran allí unos 6 meses antes de ser trasladados a la fábrica donde se los procesa, cada vez con más contemplaciones técnicas. De lo que se trata es de evitar que el corcho sea el chivo emisario de los defectos del vino. Pese a los tapones alternativos, para los grandes vinos siempre habrán lo mejores corchos.
Y siempre, pese a los cuidados más extremos, alguna botella de un gran vino o un vino cotidiano, estará contaminada por el cuco TCA, aromas y sabores húmedos, este perverso acorchado sin remedio que irrumpe hasta en las mejores familias.
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