Las recetas tienen sus historias y un creador absoluto y otros que intentan emularlo introduciendo algunas variaciones.
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La Sachertorte es un ejemplo. Es una célebre postre, que probé alguna vez en Viena antes de ir a un concierto de valses vienes, en el hotel Sacher. Fue en un viaje de prensa donde nos hicieron recorrer todos los países que tocaba el Danubio desde Alemania hasta, ese momento, Yugoslavia. En cada lugar aproveché para enriquecer mi paladar con los sabores y los vinos que forman parte de la historia y de los paisajes.
En el caso de este postre supe que era célebre, creado por un tal Franz Sacher, el chef pastelero del príncipe de Matternich en ocasión del Congreso de Viena (1814-1815).
Durante años una grieta dividió a Viena. El tema era sobre la verdadera Sachertorte, aquella que servían en el Hotel Sacher, dirigido por los descendientes de Franz, que consistía en dos capas de una masa fina separadas por una mermelada de damascos y la capa de abajo glaseada con chocolate; o la de sus rivales, propietarios de la célebre pastelería Demel heredada del nieto de Sacher, quienes sostenían que eran los autores.
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La causa fue a los Tribunales. Ganó el Hotel Sacher.
Para acompañar con café, té o una variedad de vino a base de la uva local llamada Griner Veltiner, en versión seca para evitar empalagos sobre todo si después se deben escuchar los valses, esos que le gustaban a Sisi.