Papelones en La Caleta

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Tiene su gracia y sus encantos. Allí se sirven especialidades andaluzas, es decir todas las fritangas deliciosas que provocan adicción; desde unos pescados adobados y fritos en fórmula llamada “bien me sabe” los boquerones también fritos, las tortillitas de camarones que probé alguna vez en Jerez e intentamos reproducir sin éxito con Dolli Irigoyen.
Me susurran el secreto, esas crocanteces que acompañan la Manzanilla –el fino, ese seco vino de Jerez- no la infusión ni la aceituna del mismo nombre-: se hacen con harina de garbanzos, no de trigo como fracasamos con Dolli, y pequeñísimos camarones. Fritas en aceite muy caliente y hechas en el momento. Una de las virtudes de La Caleta es la sabia utilización del aceite de calidad, que no se usa perversamente hasta el infinito, como suele suceder.
Tortillitas, pescados y otras frituras, como salmonetes, se sirven en cucuruchos de papel de estraza, que absorben la grasa, al estilo de los fish & chips londinenses.
Lo mejor, una especialidad solo andaluza: la tortilla de orteguillas de mar, las anémonas, entre bicho y alga, una criatura casi metafísica que crece en las rocas. Intenso sabor iodado en la crocantez de la tortilla.
Entre el barullo se puede escuchar como música de fondo algún flamenco emocionante de Camarón de la isla, Manolo Caracol, o Paco de Lucía.
Con suerte hasta se puede asistir alguna noche a un show inesperado: algún cliente espontáneo que ataca con su guitarra el cante jondo. Hay palmas, por supuesto.
Que más, pura alegría, puro disfrute por poco euros. Como no podía ser de otro modo, La Caleta queda en la calle de los Tres Peces 21.
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