El gin es ese histórico aguardiente de cereales, adusto e incoloro, presente en las barras del mundo cada vez más por la revalorización de los tragos, en los que resulta insustituible. En Buenos Aires acaba de presentarse The Botanist, un gin escocés muy especial de la isla de Islay.
En realidad los británicos probaron la ginebra, que convertirían en Gin, en Holanda en 1585, adonde llegaron los mercenarios ingleses para colaborar con los holandeses en su lucha con Felipe II, el rey de España.
Un traguito de este aguardiente perfumado, los envalentonaba en las batallas. Por su autoría compiten ingleses y holandeses. Pero es que hay dos tipos de gin, el holandés, más perfumado y rústico, es la ginebra que no se sabe bien porque razones se convirtió en un momento dado en el aguardiente ícono argentino por excelencia y el Gin inglés, pasión de la reina madre a quien se le podría aplicar la sentencia de Bernard Shaw: “el gin para ella era como la leche materna”.
En todo caso siempre es un aguardiente de cereales aromatizado con enebro, heredado de unos monjes del norte de Italia que empezaron a macerar enebro en alcohol en el siglo X.
El gin se produce a través de un aguardiente de cereal neutro y se redestila con varios aromatizantes, llamados botánicos. Cada casa tiene sus propios y secretos botánicos, que diferencian a un gin de otro. Pero siempre el enebro es el ingrediente esencial.
En Buenos Aires acaba de presentarse un gin escocés The Botanist, con aromas secretos donde se adivinan mentas y flores y mar, perfumes conmovedores como para perfumarse con unas gotitas detrás de la oreja antes de preparar el trago. The Botanist está elaborado por Bruichladdich Distillery, una de las destacadas destilerías de whiskies de Islay, la más meridional de las islas Hébridas de Escocia.
En su composición presenta nueve ingredientes tradicionales, como raíz de lirio, cassia y coriandro, a los que suma 22 especies autóctonas de Islay, que crecen de manera silvestre en la isla y se recogen de forma manual en momentos precisos del año.
Se destaca su frescura cítrica, que culmina con la intensidad propia de los destilados elaborados lentamente, sin prisa.
Hay otro ben gin escocés que se consigue en los bares del mundo, también en Buenos Aires, es Hendrick que lleva en su formula pepino y rosas.
The Botanist, de botella de diseño austero, translucido y exquisito, llega en el mes de enero a un precio de $900. Se presentó a la prensa en BASA, restaurante divino en Plaza San Martin, con cocktails pensados por Ludovico de Biaggi, perfectos para un mediodía bochornoso. Ultra livianos, sutiles, frescos nada empalagosos, poco alcohol, diluido con las mezclas y el hielo. Pasaron como nubes.
Los tragos fueron: English Mule, con ginger beer, elaborada allí mismo, lima y almíbar, solo un toque ; The Botanist Smash, con lima, almíbar y albahaca, perfecto, y el English Summer, bien piletero con The Botanist, almíbar de frambuesa, lima, pepino y soda.
Acompañaron las entradas al medio de la mesa, como hacen en Basa: cosas muy de la cocina porteña que, sin embargo, fueron muy bien con esos tragos ligeros. Hubo paté de hígados de pollo con crackers pickles de uva, lo mejor. Los principales se acompañaron con los notables vinos de Mendel, elaborados por el gran Roberto de la Mota, un Semillon para el pescado un Malbec para la entraña.
Tanto los vinos como este exquisito gin, el mejor que he probado hasta ahora, lo distribuyen Tres Blasones, una empresa con décadas en el mercado argentino. Llega para celebrar el verano y sus ritos. Especialmente para la hora del Gin Tonic, por supuesto, que devino pasión universal o el Dry Martini, trago de tragos, idéntico a sí mismo pese a sus variantes. Pero eso será otra nota.
