Saint Felicien Casa de Tucumán fue elaborado como tributo a aquel encuentro de 1816 que nos constituyó como Nación: La Independencia. Estuvimos en la Casa histórica y descorchamos el vino junto a San Martín, Belgrano y el gobernador Aráoz.
Saint Felicien es una línea histórica, nacida en 1963, cuya primera edición fue ilustrada con un dibujo del pintor mendocino Carlos Alonso. Hubo hace unos años un Tributo a esa primera aparición de los varietales en el país (en ese momento fue un Cabernet Sauvignon); para el milenio se llamó a un concurso de etiquetas y resultó ganador el gran Clorinda Testa. La etiqueta decía SOY ROJO. Luego hubo un tributo a Miguel Brascó, con la etiqueta dibujada por el inolvidable, multifacético Brascó, mi maestro y, el año pasado, un Pinot Noir Saint Felicien, ilustrado, con un cuadro de Soldi, otro tributo a un artista argentino.
Ese nuevo homenaje es un tributo a la Casa de Tucumán, la Casa Histórica como la llaman en la Provincia, que descubrí blanca, con las ventanas azules, no amarillenta con ventanas verdes como aparecía en nuestros cuadernos escolares.
En plena refacción, que pone en valor sus patios y galerías, pudimos entrar a la famosa Sala donde se firmaron las actas de la Independencia. Allí asistimos a una performance histórica: tres actores representaron a los hombres de julio.
Emoción, ya que fui llamada a descorchar una de las tres botellas de los primeros Tributos a la Casa de Tucumán, junto al artista que diseñó la etiqueta, Toledo, un minuciosos orfebre, bien conocido y los falsos próceres.
El vino, que disfrutamos en la cena con empanadas tucumanas, picantes, deliciosas, elaboradas con matambre picado a mano, característica de las empanadas de la provincia y un locro suculento y liviano al mismo tiempo. El vino acompaño maravillosamente desde el principio hasta el postre, alcayota con quesillo, típico de la región.
Se trata de un vino Malbec, cosecha 2013, cepa insignia de la vitivinicultura nacional. Esta cepa se ha convertido en la embajadora ante el mundo del potencial que tienen nuestros vinos y las virtudes del suelo que le deparan una identidad especial. Las uvas provienen del El Cepillo, San Carlos, Valle de Uco a 1.090 metros, fue añejado 18 meses en roble francés. Es un vino elegante, equilibrado, con taninos bien integrados y la frescura que concede la altura. A la fruta que se percibe en nariz, tan típica del Malbec se unen algunos toques especiados. Es largo y bebible. Seguramente puede todavía crecer más con los años, aun cuando no llegue a otro tricentenario. Nosotros tampoco.