Mango & jengibre

Autor Elisabeth Checa
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Donde hay un mango, viejo Gómez decía aquel antiquísimo vals criollo. Mango significa dinero en el argot porteño. Se sigue usando la palabreja, especialmente referida a las carencias. Pero desde hace muchos años remite a una fruta que devino moda.  Fruta tropical de aromas intensos, que no sé por qué siempre me recuerdan aquellos precisos perfumes de los talleres  de los pintores.  A trementina. Punzantes, metálicos y fríos.

Hay mangos y mangos. Verdes, que me aconseja el verdulero peruano de la esquina comer con sal, chicos, dulces, fibrosos que hay que devorar en la bañadera, porque el jugo se desliza hasta los codos. Y los más ricos tenían que ser femeninos: las mangas, de la región noreste argentina. Nada fibrosos, puro goce. Esta es su sazón.

Me entero que el mango  proviene de Malasia, de allí se expandieron a toda Asia, luego llegarían a África y finalmente a América Latina, alrededor del 1500.

Estuve por  allí, en Malasia, hace uno años, donde encontré mangos de todos colores y texturas, usado en infinitas fórmulas.   Los  había probado en realidad por primera vez en India, en desayunos voluptuosos. Y  en los chutney, estos condimentos dulces especiados, con bastante jengibre. Sin duda el mejor Chutney es el de mango. También suelen hacerlo en pickles, bocados incendiarios que le van muy bien a los curries. O a las carnes frías.

Con las mangas, de textura firme pero no fibrosa, construyo un salteado malayo en el wok, o aproximadamente malayo, con langostinos, cilantro, maní,  mango, jengibre rallado y algunos chiles potentes. Muy bueno con arroz. Y con algún rosé seco. Como el delicioso de Matias Riscitelli.

En ensaladas lo mezclo con papayas y melones, con yogur, menta y sal y, por supuesto jengibre.  Divino con pescados o como entrada de verano. Y el Torrontes Gran Linaje de Etchart. O el Torrontes que tenga a mano, todos, hasta el más modesto le van bien.

 Esa misma mezcla, mango, jengibre y algún ají es el amarillo peruano de efluvios únicos, no tan ardiente, mejor, le suele ir bien a algunos tiraditos de pejerrey o lenguado. Acá también se debe concurrir al Torrontes para apagar los fuegos.

Breoghan Brewery & Pub, la cervecería que elabora sus propias cervezas artesanales diseñó una cerveza de verano, que si bien es fácil de tomar, muy refrescante y medianamente liviana, cuenta con el cuerpo y la actitud característica de todas las cervezas que elabora Breoghan y que ya son su marca registrada.

Está elaborada con malta Pilsen, trigo malteado, maltas caramelo, lúpulos patagónicos y tiene el agregado especial del jengibre y el mango que le aportan un sabor cítrico y frutal ideal para una cerveza refrescante en esta época del año. Se impone buscarla en los bares de los cien barrios porteños. Se sentirá en algún trópico exótico. Es un viaje. Y le va bien a cualquiera de los platos mencionados en la nota.
 
 

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