Intimidad del Viognier

Enrique Pescarmona, propietario, entre otras cosas, de Bodega Lagarde, descubrió la variedad en un mínimo terroir. Coindreu, en el Valle del Ródano, al borde del no ser, sólo había 13 hectáreas. Una audacia, especialmente porque no era tiempo de blancos, absolutamente ninguneados. Volvieron de a poco y el Viognier, felizmente, se reinstaló en el mundo.

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Enrique Pescarmona, propietario, entre otras cosas, de Bodega Lagarde, descubrió la variedad en un mínimo terroir. Coindreu, en el Valle del Ródano, al borde del no ser, sólo había 13 hectáreas. Una audacia, especialmente porque no era tiempo de blancos, absolutamente ninguneados. Volvieron de a poco y el Viognier, felizmente, se reinstaló en el mundo.


Según el crítico Oz Clarke, la Viognier cumple con las expectativas de los bebedores hedonistas: un vino que destila sensualidad y sexualidad. En todo caso los orígenes de la uva son oscuros, parece que junto a la Syrah viajó en el equipaje de los legionarios romanos. El origen más seguro es Dalmacia: el emperador Probo llevó la cepa al Ródano en 281, dice el mito. La probó, según el mandato de su nombre. Y allí quedó, la Viognier lleva en el Ródano unos 2000 años.

Esencialmente es una uva de clima cálido, que debe madurar muy bien y tarde para poder disfrutar plenamente de sus aromas a damascos, duraznos y flores, de su untuosidad, aunque personalmente encuentro que no sólo a los Viognier de acá les falta un poco de acidez, esa columna vertebral de vino. Los Viognier patagónicos suelen ser menos untuosos y más ácidos, vibran mejor.

En Coindreu ya hay mucho más que esas 8 hectáreas como en 1965, misérrimas y fané el lugar donde sobrevivió la Viognier. Este vino fue imitado, fotocopiado, agotado. Plagiado incluso en Francia, se indigna Clarke. A mediados de los 90 ya se cultivaba alegremente en todo el New World, desde California hasta Australia.

Es innegable que es cepaje fashion y aún un poco misterioso, pero forma parte de la revolución de los vinos blancos en Argentina. Se cultiva bien en Mendoza y San Juan, aunque podemos encontrar muy buenos Viognier en la Patagonia. Bodega de Fin del Mundo acaba de presentar un Viognier Single Vineyard buenísimo.

Tiene aromas que recuerdan a frutas de carozo (durazno, damasco), a veces peras y también trae recuerdos a té. Da vinos con buen cuerpo, untuosos con una acidez poco marcada en algunas regiones. Soporta bien el paso por barrica, si no es excesivo, y muchas bodegas se tientan en elaborar con esta uva esas cosechas tardías (no se quien los bebe) según el modelo del Condrieu dulce, un estilo tradicional.

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