Todo bicho que camina, nada o vuela va a parar a la sartén. También puede ser su destino si brota de la tierra.
Para combinar frituras con vinos se debe tener en cuenta aspectos que este tipo de cocciones no soporta, por ejemplo, un vino tinto pesado, muy alcohólico y con la madera presente concentrado. No solo el vino tapará al plato también por el especial contenido graso de estos bocados el vino puede adquirir un sabor amargo.
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En principio se deben elegir vinos frescos, briosos, con bastante acidez, vinos jóvenes que no hayan pasado por madera o que este paso sea mínimo. Pueden blancos tintos o rosados.
En Andalucía las frituras, especialmente de pescado, son protagonistas. Se hacen indefectiblemente con aceite de oliva y es herencia mora. Como también son herencia mora las frituras que consumimos en Latinoamérica, traídas por los conquistadores.
Probar una dorada y crocante tortillita de camarones con un fino Jerez, o aún mejor con una manzanilla de Sanlúcar de Barrameda con resabios de sabor marino, puede convertirse en una experiencia inolvidable.
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Las croquetas que sirven en las barras madrileñas a base de una bechamel panada, con trozos de jamón crudo o de langostinos, pueden acompañarse muy bien con Jerez o con oporto blanco seco que oficia de compañía emocionante para los buñuelos de bacalao de origen portugués. En España la cerveza es otra opción para estas tapas que se toman en general acodados en barras bulliciosas.
Rabas o calamaretti crocantes, tanto como sardinas o salmonetes (trilllas) pueden acompañarse muy bien con un blanco de acidez algo elevada, fresco y vibrante.
Con los fritto misto italianos a base de verduras la compañía adecuada es un rosé. Los rosados son los mejores cómplices de los vegetales.
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En frituras de origen asiático, como las celebres spring rolls, también combinan los rosado.
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