El vino y su música

Autor Elisabeth Checa
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En un  lugar único, una casa con magia cortazariana, en el barrio porteño de Chacarita, que pronto se abrirá como librería y centro cultural, se unieron vinos, ricos bocados incendiarios y un concierto Malbec Sunset de un extraordinario músico mendocino, Natalio Faingold.

Al vino, el blend tinto, lo conocí el año pasado. Lo seleccioné para los socios del Club del Buen Beber. Por diferente, desde su nombre y etiqueta, por su terruño y por sus creadores.  MTB* Mike Tango Bravo Contemporary Wines. La a de Tango esta  al  revés,  una ambigüedad, un juego. Tango pero también tengo. Tengo tango, ese puede ser el objeto del deseo de Mike Barrow, su joven productor, un bohemio americano de Arizona personaje  adicto a los deportes extremos y a la salvaje geografía de este sur.

El nombre tiene indudablemente un atractivo. Por algo se exporta a lugares tan remotos como Mumbai. El origen es claro, las uvas orgánicas provienen  de un viñedo, único, un Single Vineyard de características peculiares en Perdriel, privilegiado terroir en Lujan de Cuyo, Mendoza.  Costaflores, la finca de dónde nacen esta cuidadas uvas orgánicas, está localizada al este de la pre cordillera de los Andes  En este caso  dos variedades, Malbec y Petit Verdot,  son cómplices de un tinto bravo, joven y brioso.   Una buena fórmula que elude los lugares comunes. Un tinto fácil, directo, bebible. Brioso y joven como un tango  contemporáneo.
 
El blanco, un Torrontes también  diferente, con  uvas de Rivadavia fue el otro vino que no conocía, una  compañía perfecta, menos exuberante que los Torrontes de los Valles Calchaquies, para las fogaratosas brochettes especiadas, con todos lo perfumes que el cocinero de Delhi trajo de su tierra. Con la comida se acentuó ese carácter en los dos vinos: “bebibles”, la famosa cualidad tan mentada por los sajones, la drinkability.

Mike, entusiasta. presento a su compañero de aventuras, el músico Faingold, con él recorrieron desde Norteamérica, pueblos y ciudades latinas hasta llegar a Mendoza. Mike  hacia probar sus vinos, Faingold acompañaba las catas con su música.

En esta ocasión, una  percusión especial, con infinitos sonidos acompañó al pianista,  músico genial que me hizo pensar en Keith Jarret, pero también en Ravel.  El vino es, indudablemente, un disparador de emociones. Vi un crepúsculo  color Malbec.

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