A los clericó de toda la vida ahora los llaman Jarras. Llámenosle jarras, pues. Pero usemos la imaginación. Aunque los acuerdos históricos de estas mezclas son todos los bocados servidos en los paradores de playa, me encantan con tapas indias, dado su origen colonial: ensaladitas con apio, manzana, pollo y curry por ejemplo, o trozos de pollo tandoori frío.
Lo esencial del Clericó, esta pasión del verano, especialmente en los bares de playa: debe ser hecho en el momento. Las frutas fermentan y la mezcla puede resultar abominable.
No usar un vino con defectos porque el resultado será tristón. Los mas indelicados son los blancos del año, pero pueden obtenerse muy buenos resultados con los rosé jóvenes, tan de moda, no sólo para las señoras etéreas.
Algunas ideas para lucirse con Clericó de autor, una mezcla que en realidad tiene un origen inglés (Claret cup), pero como todo en Argentina adquirió una identidad especial. Veamos, a cada varietal, a cada estilo, sus frutas.
Con
Torrrontés: nuestro blanco paradigmático, desbordante de aromas a
duraznos y a rosas, añádele duraznos blancos y amarillos frescos, simplemente. Puede perfumar con unas hojas de tomillo fresco, sin azúcar, please.
Con
Viognier: los damascos son sus descriptores aromáticos. Incorpore
damascos pelados y descarozados y, en lugar de azúcar, añada unas gotas de Cointreau.
Para un
Pinot Grigio:
peras y kiwis frescos.
Un
Sauvignon Blanc clama por mangos y papayas, mezclados con ananá. No añada azúcar y mucho menos edulcorante, horror metálico. Importante: jamás añadir bananas, un bajón en cualquier clericó. Puede añadir en cualquiera de ellos, jengibre rallado, romero, laurel, cáscara de lima. Será diferente al de los nonos.