Clericó reivindicado

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Su nombre viene del inglés Claret cup. Claret era para los ingleses el vino algo ligero de Bordeaux. En las colonias indias mezclaban clarete con hielo y frutas para refrescar torrideces y curries de fuego. Es decir que el ancestro del clericó es tinto.
Mezclar frutas con vinos es una tradición europea. Los nonos italianos toman duraznos con vino tinto, los franceses -delicioso- un postre que consiste en duraznos con Sauternes, y está la Sangría hispánica, lugar común frecuentado más por los turistas que por los españoles. Atención: sandia plus vino, jamás, mandato de algún nono tano que debe haberse excedido con las dos cosas.
Lo esencial de un buen clericó: debe ser preparado en el momento y con frutas muy frescas. Si no es así la fruta fermenta con efectos funestos.
Impensable utilizar para un clericó un vino caro porque se esfumarán sus virtudes. Pero tampoco un vino común de mesa en Tetra (tétrico), o de damajuana. La resaca puede resultar fatal. Sobre todo porque se toma siempre más de una copa de este brebaje estival.
Ni le cuento si insiste en comer las frutas restantes impregnadas en el vino, absorben el alcohol. Todo escabio se sube a la cabeza y baja al foie si se exagera.
Aunque por acá el clericó de toda la vida se impuso con vino blanco seco y todas las frutas del verano las versiones modernas recurren tambien a los tintos, con alguna almita en forma de spirit (ron, pisco etc.).
Con la aparición de los varietales y sus estilos, sumado a la moda de las frutas tropicales hay muchas más opciones. Con blancos, tintos o rosados de precio medio, las posibilidades pueden ser infinitas. En reciente encuentro con Tato Giovannoni, otro artista de las mezclas, me comentó que él también está militando a favor del clericó y piensa en un libro.
No creo que toda fruta que camine deba ir a parar el clericó. Jamás bananas, por ejemplo. Y se debe tratar con discreción al maracuyá, omnipresente fruta tropical de perfumes invasivos, irrumpe en demasiadas cosas: desde los aromas de casi todos los Sauvignon Blanc, hasta los jugos en polvo o en los caros tiraditos nikei.
Los clericós pueden burbujear: me gusta hacerlos con algún Brut Nature, es decir espumante bien seco. Allí puede mezclar lo que se le ocurra, menos bananas (y maracuyá).Nada mejor que damascos para un Alma 4 Viognier. La fórmula tambien va con los champañas rosados: ciruelas y cerezas para el rosé Brut Nature de Las Perdices o el maravillosos Pinot Noir Brut Nature Encuentro de Rutini.
Un famoso trago, el Bellini, inventado en el Cipriani de Venecia y reproducido en los bares del mundo, mezcla pulpa de duraznos blancos frescos con champán Brut Nature, no es Clericó pero casi. Más elegante.
En cuanto a los acuerdos con platos, los acompañantes tradicionales del clericó playero son los cornalitos fritos, rabas, milanesas, papas fritas y otras fast poco complicadas. Hasta pizza a la piedra, raro pero cierto. Su esencia es ser multiuso, ubicuo y versátil. Pero tambien puede ser una buena alianza con platos indios bien picantes para recordar su origen, los platos fogaratosos del sudeste asiático o algunos ceviches.
Clericó y sangrías se toman nomás, no se los conversa. Digamos que se conversa de otra cosa. O de nada, solo se mira el mar.
Destacado
Con vinos jóvenes de precio medio, las posibilidades pueden ser infinitas. Aconsejo evitar maracuyeos excesivos. Y empalagosas dulzuras. Bien fríos.
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