Buñuelos en la mejor compañía

Todo bicho que camina, nada o vuela va a parar a la sartén. También puede ser su destino si brota de la tierra.  Absolutamente todo es creíble, esa cocción tan amada por los mediterráneos que transforma hasta el ingrediente más soso en bocado crujiente, dorado y apetecible.

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Todo bicho que camina, nada o vuela va a parar a la sartén. También puede ser su destino si brota de la tierra. Absolutamente todo es creíble, esa cocción tan amada por los mediterráneos que transforma hasta el ingrediente más soso en bocado crujiente, dorado y apetecible.


Buñuelos, croquetas, tempuras y etcéteras son parte de un universo infinito y adictivo. Desde frites, como llaman los franceses a las modestas papas fritas, los populares fish & chips londinenses, hasta un beignet de foie gras. Estos manjares, no son light, es cierto, pero tampoco son perversos. Y con los vinos establecen relaciones particulares.

Para combinar frituras con vinos, se debe tener en cuenta que este tipo de cocciones no soporta un vino tinto muy tánico, con la madera presente, concentrada. Felizmente es un estilo que resbala hacia el no ser. No solo el vino tapará al plato, sino que por el especial contenido graso de estos bocados, el vino puede adquirir un sabor amargo. Un plato graso, frito y salado, por ejemplo, buñuelos de bacalao como los de la cocina portuguesa o brasilera transforman inmediatamente al vino tinto opulento en un trago amargo. La vida abunda en tragos amargos, no insistamos.

En principio para estas crocante les elijo vinos frescos, briosos, ya sean blancos tintos o rosados, con bastante acidez, vinos jóvenes que no hayan pasado por madera o que este paso sea mínimo. El color del vino para acompañar un plato depende de la subjetividad, de las ganas, del momento, de la compañía, el estado del alma, del clima o los recuerdos.

Mi última experiencia. Buñuelos de flores de zucchini, muy leves y livianos con el Torrontes más clásico y de menor precio entre todos los que se pueden encontrar en el mercado: Etchart Privado, si el de la botella marrón, que aun no ha sido, ni lo será, espero, lobotomizado como tantos Torrontes transformados para el mundo. Esa exuberancia floral y frutada, ese retrogusto a almendra amarga le fue de maravillas a esa flores que no desmayaron ni ante las fritura incendiaria ni a losa romas del vino. Un espumante Brut Nature también hubiera sido una buena compañía para esta sutileza. La próxima, cuando consiga las difíciles flores de zucchini.

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