Algunas razones para devolver un vino en el restaurante

Compartir a través de tus redes
2. Oxidado, antes se decía, lamentablemente, ajerezado sin pensar que el Jerez es uno de los grandes vinos del mundo y la oxidación es su gracia. Salta a la vista, el color que debería ser brillante, rubí o púrpura, en el caso de los tintos habrá virado hacia un marrón-sepia melancólico. Ya fue. En el caso de los blancos sucede al revés, ese pálido color impresionista se vuelve cada vez más oscuro. Hay blancos para beber jóvenes, otros despliegan luego de sus años raras virtudes. Se impone probarlos para decidir si lo devolvemos o no.
3. Demasiado astringente, tánico, es un gran vino al que se lo soltó demasiado joven, los taninos, esos aliados de la salud, deben integrarse a la estructura del vino. Hay que esperarlo, pero no es un defecto. En todo caso el defecto es de las bodegas que lo pusieron en el mercado demasiado joven. Paciencia, guárdelo en casa un par de años y vera como se civiliza.
5. Finalmente el peligroso ácido ascético, el vino devino vinagre. Guárdelo como vinagre, al enólogo le salió mal.
Las subjetivas: no combina ni con el plato ni con la compañía, hay cansancio, mal humor y aburrimiento y ni los platos se salvan. Ningún vino aplacará ese desasosiego existencial. Los personales no son motivos para devolver el vino con aspavientos.
Novedades
Todas las novedadesÚltimas tendencias, tips, prácticas y recomendaciones.