Cocido, una metáfora de Madrid

Autor Elisabeth Checa
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Es un guiso en el que cabe de todo y admite interpretaciones múltiples.

En los comedores aristocráticos se sirve en bandeja de plata y en ollas de barro en las tabernas tradicionales o en las casas.

Los reyes españoles han sido grandes devoradores de este guiso-sopa suculento. Desde Carlos I, famoso por su gula, hasta Ana de Austria (esposa de Luis XIII de Francia) quien se hacía servir el cocido en sus aposentos privados.

El cocido madrileño deriva de las ollas podridas medioevales y otros poderosos platos regionales como la olla gitana andaluza, los potes gallegos y asturianos o la catalana scudela de carn d´olla.

Pero sus remotos orígenes remiten a la adafina judía, posteriormente cristianizada con la incorporación de carne de cerdo y otros ingredientes que han ido sumándose con el correr de los siglos.

El cocido, un banquete cotidiano llega a la mesa en dos, tres y hasta cuatro pasos o vueltas, necesita un ritual para cocinarlo y para comerlo.

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