Algunos básicos para organizar el menú de la semana

Autor Elisabeth Checa
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Carne picada, sin grasa, comprada en la carnicería y molida ante nuestros ojos. Es cierto, su vida es breve pero puede ser intensa. Se usa una parte, se congela otra. Así tenemos proteínas para alimentarnos y pasarlo bien toda una semana.

El lunes, usamos esta carne para un pastel de papas al estilo de Francis Mallmann, con zanahorias, bastante cebolla, algo de tomates y vino tinto. Gratinado. Todo el mundo ama este plato criollo, el Parmentier de los franceses. No usar toda la carne picada cocida como relleno del pastel. Cocinada dura más o puede frizarse. Y usarla para la pasta del domingo como una bolognesa.

También, antes de congelar la picada cocida, puede usarse para una mousaka, plato tradicional griego, con berenjenas, carne picada y salsa bechamel, gratinado. O un criollismo absoluto de la cocina casera: zapallitos redondos con relleno de carne picada, gratinados con parmesano al horno. Tenemos cuatro platos con carne (picada). Bien.

El pollo también puede tener usos infinitos: un puchero de pollo, bien estival, nos dará la base para asombrar a nuestros amigos la noche del sábado con un ají de gallina, plato criollazo de la costa peruana, heredado de los esclavos negros. Acompañado con papas y decorado con lechuga y aceitunas negras al mejor estilo peruano. O para un chaufa con arroz, vegetales y pollo salteado, con jengibre y salsa de soja, todo en el wok. Y si aun sobra este pollo infinito, usar esos mínimos restos para un salpicón, el de toda la vida, con morrones, cebollas y tomates, condimentado con mayonesa casera. El caldo, guardarlo para el risotto.

Un pollo al horno, crocante y dorado, con su piel, puede depararnos varios días de picoteos placenteros. Se puede servir frito con salsas diversas, picantes o no, mayonesas y chutney. O usar esas pechugas que nadie quiso para una ensalada con look colonial: con apio, manzanas, mayonesa y curry.

Verduras de estación, todas: para ensaladas crudas y cocidas. Pero se las debe comprar para la semana, no para la eternidad, si exagera van a parar al rincón de los recuerdos muertos (el tacho de basura). En mi heladera tengo brócoli, chauchas de las más finitas para emular a una sofisticación del chef Alain Passard, chauchas con duraznos blancos. Calabaza y puerros para sopas frías antes que vengan los tiempos gélidos, a las que añado, curry y leche de coco. ¿Qué mas? Huevos, si fuera posible caseros para omelettes instantáneas o tortillas de papas o de lo que sea. Y un vino bebible y humano de precio. En cualquier lugar del mundo.


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