Vinos grises

Autor Elisabeth Checa
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En algunas familias de variedades –como las de los pinots las garnachas– se producen mutaciones que en ciertos casos acaban por transformar el color de los granos. Así es como en algunas cepas aparecen racimos de un color insólito, que varía desde el gris azulado hasta el rosa. Técnicamente, se trata de uvas blancas, pero cuya piel coloreada determina el aspecto y el carácter de unos vinos que se sitúan en un terreno ambiguo, entre los blancos y los tintos.

Aunque es en Francia donde se acuñó la definición "gris de gris" para identificar a los vinos elaborados con uvas de variedades grises, lo cierto es que esta rareza ampelográfica no sólo da lugar a grandes blancos (y rosados) en Alsacia, el Rosellón y el valle del Loira. También hay sobresalientes ejemplos de pinot gris en Eslovenia, el norte de Italia y Argentina, así como notables vinos de sauvignon gris en Nueva Zelanda, Chile y Argelia.

En el viñedo español, la única de las variedades de este color que tiene una presencia constatable –aunque modesta– es la garnacha gris, que crece, generalmente junto a sus hermanas, tintas y blanca, sobre todo en las comarcas vinícolas catalanas –Ampurdán, Priorat y Montsant–, aunque también se cultiva en Rioja.

En Cataluña, esta variedad gris –sola, o en compañía de otras– da lugar a vinos muy diversos: desde dulces naturales y generosos hasta blancos secos.


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