Versatilidad de las frutas

Autor Elisabeth Checa
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Para disfrutes livianos durante todo el año.


Nada mejor como inicio de una comida las frutas, hasta pueden funcionar como plato único en un mediodía cálido y agitado.

Por supuesto el mandato gourmet es aprovechar las frutas y los vegetales en su mejor momento, en la estación adecuada. Aunque también, por otros motivos, pueden utilizarse aquellas de estación que estén algo idas y al borde del no ser. Se las recupera con sazones, mezclas, mermeladas o compotas y hasta cocciones como en el caso de los chutneys. Muchas frutas pueden servir de base de estos. Sé que el mejor proviene de mangos maduros que se cocinan con cebolla, vinagre y especias. Pero papayas, peras, manzanas o membrillos también sirven para esta salsa agridulce que tan bien le va a los curries y a las carnes frías.

Las peras son multiuso, el fin del verano y el comienzo del otoño es su momento de gloria. Pueden servirse grilladas en la plancha o sartenadas y algo caramelizadas para formar parte de ese dúo lionés de peras con morcilla. También le van a ensaladas de lechuga o núcula mezcladas con queso azul y nueces.

Las manzanas son imprescindibles para cocinar junto a repollo morado cortado bien finito, con nuez moscada y vino blanco. También resultan tan útiles como las peras a la hora de mezclar con hojas verdes y frutos secos.

Higos, manjar divino, además de ser la mejor compañía para el jamón crudo sirven para sofisticar una simple ensalada. Siempre con oliva extra virgen.

En cuanto a los duraznos, les encanta compartir una ensalada de langostinos que contenga palta, rúcula, cherries y cebolla colorada o convertirse en gazpacho para acompañar una cremosa burrata, mucho más sensual que una simple mozarella.

El melón, tanto como la sandía se prestan para sopas frías, mezclados con pepino y condimentados con oliva y vinagre, si es de Jerez mejor.

Y para ensaladas la de sandía con queso semiduro, albahaca, menta y pistachos tostados.

Se impone ejercer el arte de la armonía y la invención, esos concerti grossi de la obra del gran Antonio Vivaldi, que seguramente comía sus risotti con peras, echalotes y langostinos junto a los blancos del Friuli o de Verona.


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