Oleadas de sabores peruanos

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Algunos de esos mismos ceviches y otros platos populares de la sazonada cocina peruana se pueden probar en la esquina de Arévalo y Nicaragua, en el barrio porteño de Palermo Hollywood.
El lugar es muy atractivo y convoca multitudes. Especialmente en la vereda –terrasse donde hay mesas y una barra para tragos, con excelentes Pisco Sour y chilcanos, cuando consigue pisco peruano, reconstituyentes tragos estilo Bloody Mary, que se recomiendan post juerga, caipirinhas tropicalosas y otros aciertos del barman, asesorado por el gran Julián Díaz de 878, bar emblemático de Buenos Aires.
Estuve en la inauguración, solo unos minutos, y almorcé gozosamente allí dos veces más la semana pasada, probando no solo ceviches. Entre ellos, mi preferido fue el Ceviche del Barrio, con leche de tigre, leche evaporada, ají amarillo, un mix de pescados y mariscos, con algunos calamaretti fritos que añaden textura y sabor. Otro, el tiradito Chupe, un homenaje del arequipeño a su cocina, solo que allá se hace con camarón de río. Hay variedad de causas, por supuesto: sabrosos pescados y maricos a la plancha, con salsas incendiarias, todos platos para compartir, como el extraordinario arroz chaufa con el huevo puesto como un omelette cubriendo el arroz, todo coronado por los frescos langostinos de Chubut. En esta carta todo tienta.
A la hora de los postres están los famosos picarones, buñuelo en forma de rosca elaborados con batata y cubiertos de miel de caña, adictivas. Son los mismos que probé en La Mar de Lima, hechos por el mismo cocinero. No hay diferencia con aquellos que conocí en tiempos remotos cuando viví un año en Lima antes que la cocina peruana fuera moda en el mundo. La primera vez los probé en carritos callejeros, los mismos en que las robustas morenas servían anticuchos, cerca del estadio. Un programazo por pocos soles.
Maremoto de sabores y de recuerdos se agolpan mientras estoy sentada, bajo una altísima palmera en esta terrasse en Palermo Hollywood, Nicaragua esquina Arévalo, una impactante construcción de los años 20, que supo ser un orfanato, una terminal de colectivos y, pronto, un hotel boutique.
Agustina de Alba, la conocida y joven sommelier argentina, está armando la carta de vinos que hasta ahora tiene vinos de bodegas tradicionales, a muy buen precio. Por ejemplo, el Cafayate Reserva Torrontes de Etchart , indicado para acompañar ceviches. O el notable Chardonnay de Lagarde, el flamante Guarda. Fueron mis elegidos para acompañar las comidas. El otro blanco fue el Blanc de Alba, blend blanco firmado por la sommeliier y Juan Pablo Michelini.
Servicio impecable y precios humanos. Importante: no se cobra cubierto como en casi todos los lugares de Palermo. Las propinas se aplauden. Creo es el sitio más atractivo entre las nuevas aperturas porteñas. Acurio es genial.
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