La felicidad siempre se ha asociado con lo dulce, nadie piensa en salado, picante, amargo o ácido cuando hablamos de felicidad, hay quien incluso dice que nacemos golosos, de ahí quizá el origen de la pastelería.
Cuentan algunos, que 5000 años A.C ya se elaboraban tartas y pasteles que se endulzaban con miel, savia de arce o abedul y jugos de frutas silvestres.
Si nos basamos en la etimología, la palabra pastel deriva de pastelería que a su vez tiene sus orígenes en el griego pasté que es como se llamaba en la antigüedad a la mezcla de harina con salsas. Es de hecho en Grecia que se hace el primer pastel llamado Obelias (ofrenda).
Pero fueron los árabes quienes popularizaron los dulces de azúcar cristalizado con frutos secos, sin embargo, con el descubrimiento del cacao, hubo una revolución a la hora de elaborar platillos dulces. El encuentro del cacao y el azúcar en la edad media, propició el surgimiento de tiendas similares a las pastelerías y confiterías actuales.
Durante el reinado de Carlos IX en Francia, aparece la Corporación de Pasteleros, encargada de regular el aprendizaje del oficio. Aparecen también los helados, los petisús y los pithiviers.
Con el descubrimiento de la levadura en el siglo XVII, comienzan a especializarse por un lado los panaderos y por otro los pasteleros unos con masas otros con panes pero siempre de la mano.
Ya el siglo XVIII Francia desarrolla las pastas hojaldradas y la bollería. Es en este momento que se considera que existen por fin las bases de la pastelería.
Con el siglo XX
llegan nuevos horizontes a las puertas de la pastelería, se dominan las temperaturas de cocción, fermentación, refrigeración y conservación, se mejora la calidad, la productividad y comienza también un proceso de industrialización más avanzado.
Finalmente, la pastelería ha evolucionado junto con la historia de la humanidad, seguramente el siglo XXI con sus técnicas innovadoras
nos sorprenderá y llenará nuestros paladares de
combinaciones exquisitamente asombrosas llenándonos de esa felicidad que produce degustar una pieza de pastelería.