Recuerdos de Quito en viajes fugaces donde pude deleitarme con sus frescuras, sus rarezas y sus rosas.
En el mercado deslumbran los
mariscos,
crustáceos y
pescados, todos frescos del día. Lo que primero me impresionó fue una criatura monstruosa, especie de
centolla gigantesca, la araña de mar que movía sus patas en cámara lenta.
Lo más curioso, sigo en el mercado, para un foráneo es la
hornada. Consiste en un
lechón cocido al horno muchísimo tiempo, la piel queda achicharronada y crujiente. La
carne es tierna, sabrosa y se sirve sobre un puré de papas amarillas que llaman
tortilla. Este puré se amasa con aceite, como el de la causa limeña, se añade
achiote y se lo deja fermentar;
“serenarse” me explica un chef filósofo, mi anfitrión. El plato se sirve con una salsita, el
agrio hecha con
ají picante,
cilantro,
tomate,
cebolla y
palta. Buenísimo con una
cerveza helada o con esos jugos que ofrecen en los puestos; probé el de
guanábana con
alfalfa.
Entre los otros folklorismos saboreados: las pequeñas empanadas de
morocho (sic) de raigambre andina y la de
verde (sic) cuya masa se hace con plátano (ambas con relleno de carne y fritas). En este viaje las deleité en un
restaurante tradicional del centro histórico.
Para paliar el frío de la noche- las temperaturas cambian violentamente entre el mediodía y la noche- un
canelazo: especie de
grog, con
ron,
canela y
limón.
No te pierdas Viajes con Sabor Ecuador y descubre junto a Quique Sempere lo mejor de la gastronomía ecuatoriana.