A desempolvar la bici

Autor El Gourmet
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Cuando llegan los días de calor, nos dan ganas de pasar más tiempo afuera y para eso la bici es la aliada ideal. Buenos Aires está cada vez más preparada para los ciclistas y permite hacer siempre caminos distintos. En mi caso particular, desde principios de 2011 que tengo una bicicleta plegable, que probablemente algunas personas conozcan por haber visto la serie que grabamos en Alemania, en la cual recorrí ese país en dos ruedas. Con esa bici voy a todos lados, siempre que las distancias y el clima me lo permitan. Como ocupa muy poco espacio la tengo siempre guardada adentro, con lo cual no sufre de “balconitis”, esa rara enfermedad que diagnostican los bicicleteros y que consiste en una serie de fallas y herrumbre, fruto de haberla dejada abandonada en el balcón por mucho tiempo. Si éste es el caso de tu bici, recomiendo llevarla a un service, porque seguramente haya que poner a punto las gomas y algo de aceite
La llegada de la bicicleta anaranjada a mi vida fue casual. Resulta que mi socio del restaurant de aquel entonces es inglés y se le ocurrió trabajar como dealer para la marca, es decir, el representante comercial en esta región. Cuando comenzó a traer algunos modelos me llamó la atención por el diseño a la vez que me pareció extraña y hasta fea. Luego comencé a mirarla con más cariño cuando noté detalles de diseño de alta calidad, a la vez que era muy funcional. Cuántas veces uno querría usar la bici para hacer algo y desiste porque no sabe dónde dejarla o tiene miedo a que se la roben. Comencé a observar que Michael, el inglés en cuestión, iba y venía con la bici desde su casa en San Telmo hasta el restaurant en La Imprenta. Se trataba de un hombre alto al igual que yo y, pese a la aparente fragilidad de la bicicleta, resultaba bastante sólida. Un día me ofreció prestarme uno de los modelos para que la probara durante un mes. Fue la mejor estrategia de venta posible porque, llegado el día en que me tocó devolverla, me fue imposible. Viviendo en Belgrano y con el restaurant por Las Cañitas, ese viaje era un problema. No había nada que me dejara directo que no fuera un taxi, y auto jamás me interesó tener (considero que tiene muchas contras y muy pocas ventajas). Con la bici llegaba en 5 minutos, hacía ejercicio y me cargaba las pilas para afrontar el día. Y si llovía a la vuelta, la embalaba y me volvía en taxi.
Cuando en algún tiempo libre decido salir a andar en bici por lo general tengo dos alternativas. La primera es ir por Palermo por la bicisenda de Gorriti, doblo en Serrano, tomo Borges y termino en el zoológico. Si estoy en un día muy deportista encaro para la derecha y sigo hasta Puerto Madero. De lo contrario me vuelvo para casa por Libertador, que es probablemente el trayecto más bello que tenemos en la Ciudad. La otra ruta es ir para el lado de zona norte, pero trato de evitarla porque no hay bicisenda y no me gusta andar por avenidas transitadas.

No soy de armarme “el” equipamiento para la travesía. Música no llevo (es muy peligroso!), así que basta con ropa cómoda, algo de dinero para comprar de tomar y, sí o sí y sin excepción, el casco: al principio era algo reacio a usarlo pero se me hizo un hábito, al igual que el cinturón de seguridad. Si no lo tengo, me siento desprotegido.
Cuando salgo acompañado en general es con amigos. He visto que se han armado grupos para salir en banda. Me llama la atención que algunos requieren que las bicis que participen reúnan ciertas características, por ejemplo, ser plegables. Me pregunto cuál sería el inconveniente de que se sume una común. Debe haber un por qué, estoy seguro.

Andar en bicicleta desenchufa, es un momento de contacto con el aire libre donde uno piensa en cualquier cosa, se desestresa y ejercita el físico. Y la primavera es el mejor momento para retomar el hábito. Así que con la llegada del calor… a desempolvar las bicis!

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