Sabor a nada

Autor Elisabeth Checa
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Salí con amigos a comer un mediodía a un nuevo y glamoroso restaurante peruano de Buenos Aires. Se impone, por supuesto, un pisco Sour, con el vero Pisco, ese que no es tan fácil de conseguir por acá. Lo pedí poco dulce, porque un Pisco de calidad no puede estar encubierto por dulzuras excesivas, el tercer integrante del grupo lo pidió normal, según la receta del barman. Una cierta dulzura le viene bien a cualquier trago que lleve limón o lima entre sus ingredientes, lo equilibra, armoniza la acidez. Una elegante señora que nos acompañaba lo pidió endulzado con edulcorante, en lugar de azúcar o jarabe de goma, como hacen en Perú.

Me indigné. Su marido, el del Pisco Sour normal, me contó que cuando van a Brasil ambos toman Caipirinha con sacarina o similares, lo aprendieron de una pareja exquisita de amigos, obsesivos adoradores de sus cuerpos. No aceptan ni un gramo de más en sus esbeltas (y maduras) figuras. Cuando le pregunté si hacían régimen me dijeron que de ningún modo. Eso si, Gym dos horas por día, verduritas hervidas, caldo desgrasado y nada de aceite de oliva (engorda le dijo una nutricionista desactualizada). Pero cuando salen o viajan se atiborran con foie gras sobre pan de brioche en lo de Jean Paul y todos los quesos, con panes deliciosos. Vinos por supuesto. Y champagne. Todos los tragos latinos, desde caiprinha hasta mojito. Eso si, con edulcorantes.

Sucede que el edulcorante, este triste ersatz de la dulzura natural, tiene la virtud de instalarse en el imaginario colectivo de cualquier segmento social, como un remedio contra la obesidad. Una cura mágica. Un talismán en forma de pastillita. Observo en el café frente a mi casa, gente que se devora tres medialunas y dos mixtos tostados eso si, con edulcorante en reemplazo del azúcar en el café o el té. O con una bebida Light.

En todo caso el sabor de estas pastillitas, además de metálico y antipático, feo, encubre los otros sabores. Ni hablar de las mermeladas diet. Antes que comprar un dulce diet elijo alguno que no tenga azúcar agregada, solo la fructuosa de la misma fruta, con las otras tengo la sensación de lamer un picaporte.

Por eso cuando se me ocurre un Gin Tonic, tan bueno en verano, jamás pido Tónica Light, una aberración. Lo mismo pasa con los yogures artificiosos, 0 grasa 0 calorías, como prometen los envases. Espantosos ¿Qué puede añadir al cuerpo un yogur normal, natural?

A los frecuentadores de este heavy metal recomiendo, probar el té o el café ristretto de buena calidad, sin azúcar. Se les descubre el alma, es un camino sin retorno…

Y a los materos, los cimarrones. Amargos, nada mejor.

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