Maru Botana: ninguna maruja.

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Cambia, todo cambia, ya casi no existen madres y abuelas suspirantes en las cocinas amasando la pasta, una imagen que muchos de nosotros tenemos de la infancia.
No siempre eran o son así, tengo recuerdos de la cosecha de verduras frescas en la huerta con mi abuela, que las convertía en un minestrone único. La alegría.
El supuesto sometimiento a la cocina es un lugar común ancestral: desde los cavernícolas los nenes asaban, las nenas hacían guisos o sus equivalentes primitivos en las cavernas para alimentar la prole. Suspirando. O no. Algunas habrán estado contentas. No les quedaba otra.
Creo firmemente que la cocina es un placer genial sensual, donde manda la creatividad y el sentimiento. Y que, en estos tiempos con poca o ninguna ayuda doméstica mejor encararlo con alegría y buena onda antes que recurrir a los melancólicos delivery, como esa pizza que siempre llega húmeda y tibia de los domingos a la noche, con cosas desmoronadas por arriba. Me niego a subir al ascensor con los de la moto portadores de pizzas con olor a mozarella grasienta.
Cocinar para los chicos y sus amigos, sin, por supuesto ninguna sofisticación ni complicación, esas cosas que adoran, aunque nos sean light- papas fritas, por ejemplo- es una fiesta. Los cumpleaños infantiles no tienen porque ser una odisea.
Maru, con su eterna sonrisa anti- Gioconda, más risa que sonrisa, sabe como solucionar cotidianeidades ricas para chicos, amigos y familia. No es una Maruja, ni una matrona. Los chicos –tiene seis- no representan una carga, son al contrario una fuente de alegría constante.
El nuevo programa de Maru Botana en la pantalla de elgourmet.com, refleja en todo caso y pese a cualquier circunstancia existencial, la absoluta alegría de vivir. No es ninguna Maruja y menos una Doña Rosa.
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