Mercados en Madrid: populares y multiétnicos

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Sí, es sábado al mediodía y entre las señoras con sus bolsas para las compras, un público joven en su mayoría y bullicioso. Pocos o ningún turista. Es gente del multiétnico barrio Lavapies, cada vez más interesante. No son foodies, palabra que detesto. Son disfrutones como se autocalifican los madrileños.
Y realmente es un lugar para disfrutar a fondo, no solo porque se consiguen muy buenos productos. El mercado es una fiesta de sabores diferentes, rincones que cuentan casi siempre con una barra con taburetes donde hay especialidades del planeta para elegir: desde cocina de Taiwán take away; los deliciosos Ramen japoneses, casi un restó con mesas y largas colas de gente que espera pacientemente un lugar; un simpático venezolano estratégicamente ubicado en la entrada del mercado que ofrece ostras gallegas, vivas y temblorosas. Las acompaño, como corresponde con una copa de albarinho, un blanco gallego que me encanta. Me atrevo a decir que es el más interesante blanco español.
Antes pasé por otros puestos recién inaugurados: La boca en llamas. No es una metáfora su nombre. Allí se comercializan salsas fogosas que provienen de la huerta de un americano en Granada. Como sucede con el universo picante, hay matices, aromas y sabores diferentes, que pueden probarse sobre un trocito de queso de cabra y un shot de Bloody Mary, elaborado con alguno de esos elixires fogosos. Me aprovisiono de una mínima botella misteriosa que probaré en Buenos Aires, se me ocurre, acompañando un lomo grillado frio.
Hay otro lugar, mínimo con especialidades griegas, un italiano con quesos, pastas y charcutería deliciosos y, por supuesto, un lugar peruano. Demasiado para probar, quien lo visita olvida lo que fue a comprar. Para qué cocinar en casa. Allí hay todo, por muy poco euros. Y barcitos, donde corre la cerveza y el vermú, en su hora más gloriosa. No olvido la colita de cuadril, corte inexistente en España pero que el carnicero de este mercado logra. Un corte perfecto. Lo grillamos en el horno, en casa, todo igual, en familia, en otro continente y con un Rioja añejo, de una complejidad apabullante en lugar del Malbec de siempre. La vida es bella.
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