La mesa de las fiestas

Cada vez que se acercan las fiestas surge el mismo dilema: ¿qué hacer para comer? ¿Respetamos las costumbres nórdicas que nos bajan desde las publicidades de gaseosas, o adaptamos el menú a nuestras latitudes?

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Cada vez que se acercan las fiestas surge el mismo dilema: ¿qué hacer para comer? ¿Respetamos las costumbres nórdicas que nos bajan desde las publicidades de gaseosas, o adaptamos el menú a nuestras latitudes?


Desde que era chico, la comida tuvo un rol preponderante en las fiestas familiares. En general, las que decidían todo eran mi mamá, mi tía y mi abuela (sí, una familia matriarcal). Cada tanto, mi tío se ofrecía para asar un chivo a la parrilla que podía ser también un cochinillo. Todo se acompañaba de ensaladas frescas, salsas frías y aderezos que completaban el banquete. Luego los postres, siempre helados, y para terminar cuando uno ya no tiene ganas de comer más nada, los turrones y el pan dulce.

Algunas veces (pocas) nos ha tocado ir de invitados a una casa. Eso resultaba también una experiencia, porque por más similitudes que se encontraran, cada mesa era única, cada familia tenía sus propios platos de cabecera así como su manera única de prepararlos. No faltaban las 3 variedades de ensalada rusa, que traían aquellos que odiaban cocinar pero “tenían que llevar algo”, matambres, vitel toné, pionono, etc. Todo esto forma parte del folklore de las fiestas y aún sucede tal cual en la actualidad.

Lo que propongo esta vez es adaptar un poco las fiestas a nuestras latitudes. ¿Por qué insistir con el cochinillo si hay 40 grados de sensación térmica? ¿Qué necesidad hay de machacar permanentemente con las frutas secas, si estas eran consumidas en el norte más por necesidad que por elección? Nos tocan estas fechas en el momento de mayor abundancia en materia de ingredientes frescos. ¡Vamos a aprovecharlos! Bajar un poco los decibeles en materia de calorías sin necesariamente privarnos de un verdadero banquete, lleno de sabores y colores. ¡Muy por el contrario!

Para encarar esta empresa exitosamente, sugiero pensar las ensaladas no solamente como una guarnición sino como un plato en sí mismo. Tienen múltiples ventajas: nos permitirán vestir la mesa de distintos colores, siempre habrá para todos los gustos y hasta se pueden poner ingredientes por separados para que cada uno se la arme a gusto. También se puede jugar con las vinagretas y aderezos.

La clave para que un menú festivo sea exitoso es que cada preparación tenga pocos ingredientes. Pensemos que ya serán muchos productos distintos ingeridos, dada la cantidad de platos que habrá disponibles, así que ¿para qué comer una góndola entera de alimentos en una rodaja de matambre? En estos casos, menos es más.

Va una idea de una ensalada simple, delicada y rica para preparar en estas fiestas:

Ensalada “Purple Vivant”

Ingredientes:

• 10 remolachas chicas
• Sal gruesa
• Pimienta negra
• Tomillo fresco
• 1 diente de ajo
• Aceite de oliva virgen, extra
• 2 cdas de mayonesa
• 200 g de yogur natural sin azúcar
• 1 limón
• 3 cdas de ciboulette picado

Procedimiento:

Lavar las remolachas, cortarles el penacho y colocarlas mojadas en un bol. Agregar sal gruesa, pimienta recién molida, el ajo machacado, el tomillo y aceite de oliva. Mezclar para integrar bien los ingredientes. Colocar las remolachas en papel aluminio, cerrarlas como si fueran un paquete y cocinar a 180° hasta que estén tiernas. Retirar del horno, dejar pasar el calor fuerte y pelar aún tibias, Cortar en mitades o cuartos.
En un bol mezclar la mayonesa con el yogur, sal, pimienta y jugo de limón. Agregar las remolachas asadas a temperatura ambiente, colocar en una ensaladera y terminar con ciboulette picado, ralladura de limón, aceite de oliva y unas vueltas de pimienta.

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