Son especialidad del norte de Italia, dónde aparecieron en el siglo XVI. La leyenda cuenta que, como tantas cosas, los trajo Marco Polo de China: los wan tan serían los ancestros directos de los ravioli.
Buenos Aires, es sabido, es la ciudad más grande de
Italia. Heredamos las
pastas de nuestros antepasados italianos, inmigrantes que nos regalaron esta dicha cotidiana “engordante” y los
ravioli como lujo dominguero.
Una
pasta liviana, cocida en su punto exacto, ni pegote ni un duro engrudo, rellena con varias opciones, que se acompañada históricamente con
estofado de carne -peceto de larga cocción que perfuma las mañanas del
domingo-.
Aunque en las
casas de pastas se formen largas filas los
domingos para aprovisionarse de
ravioles, no siempre son buenos. En la mayoría de los casos son mediocres, de un carácter casi industrial.
No es
fast food. Las tías y abuelas previsoras amasaban la pasta el sábado a la noche, la dejaban secar y el domingo la rellenaban con lo que fuera. Mi abuela genovesa, Teresa Sangiacomo, lo hacía con sesos y espinaca.
Si se quiere colaborar con el mito de
Marco Polo, hay que comprar
raviolis en el
Barrio Chino de Belgrano. Recomiendo los ravioles rellenos de cerdo que se cocinan al vapor y luego se doran a la plancha.
En el barrio de
La Boca es tradición rellenarlos con el yuyo verde borraja. Y es que el planeta
ravioli y sus
rellenos es infinito. Ni hablar de las otras
pastas rellenas como los
cappeletti, tortellini, agonolotti & cia.
Respecto de las
salsas, las favoritas son la
salsa boloñesa, manteca con salvia, el
pesto o, simplemente y cada vez más, aceite de oliva, albahaca y nueces -es decir, la ligera deconstrucción de un pesto-.
Recuerdo
los mejores ravioli de mi vida: en cada escapada parisina al
Marché de la rue Maubert, se los compraba a un puestero que sólo vendía productos del sur de
Francia, característicos del
Mediterráneo.
Eran mínimos y deliciosos, rociados con
oliva de la misma región. Ya en casa, los acompañaba con un rosé de la
Provence. También es sabido:
Niza fue alguna vez fue italiana y permanecen sus sabores.
Después de un paseo por
Europa,
América y
Asia, hemos resumido casi todo el mundo en un raviol.