Algunos básicos para organizar el menú de la semana

Parejas con chicos o sin, solitarios, amigueros que les encanta invitar. Cocinar es un placer genial sensual. Un acto de amor. Comprar todos los días es, en general, un infierno. Con un día de compras basta. Hay ciertos productos que se estiran. Multiusos que pueden abastecernos y cubrir cualquier expectativa como cosa rica. Se trata de cocina rápida pero con algún toque gourmet.

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Parejas con chicos o sin, solitarios, amigueros que les encanta invitar. Cocinar es un placer genial sensual. Un acto de amor. Comprar todos los días es, en general, un infierno. Con un día de compras basta. Hay ciertos productos que se estiran. Multiusos que pueden abastecernos y cubrir cualquier expectativa como cosa rica. Se trata de cocina rápida pero con algún toque gourmet.


Carne picada, sin grasa, comprada en la carnicería y molida ante nuestros ojos. Es cierto, su vida es breve pero puede ser intensa. Se usa una parte, se congela otra. Así tenemos proteínas para alimentarnos y pasarlo bien toda una semana.

El lunes, usamos esta carne para un pastel de papas al estilo de Francis Mallmann, con zanahorias, bastante cebolla, algo de tomates y vino tinto. Gratinado. Todo el mundo ama este plato criollo, el Parmentier de los franceses. No usar toda la carne picada cocida como relleno del pastel. Cocinada dura más o puede frizarse. Y usarla para la pasta del domingo como una bolognesa.

También, antes de congelar la picada cocida, puede usarse para una mousaka, plato tradicional griego, con berenjenas, carne picada y salsa bechamel, gratinado. O un criollismo absoluto de la cocina casera: zapallitos redondos con relleno de carne picada, gratinados con parmesano al horno. Tenemos cuatro platos con carne (picada). Bien.

El pollo también puede tener usos infinitos: un puchero de pollo, bien estival, nos dará la base para asombrar a nuestros amigos la noche del sábado con un ají de gallina, plato criollazo de la costa peruana, heredado de los esclavos negros. Acompañado con papas y decorado con lechuga y aceitunas negras al mejor estilo peruano. O para un chaufa con arroz, vegetales y pollo salteado, con jengibre y salsa de soja, todo en el wok. Y si aun sobra este pollo infinito, usar esos mínimos restos para un salpicón, el de toda la vida, con morrones, cebollas y tomates, condimentado con mayonesa casera. El caldo, guardarlo para el risotto.

Un pollo al horno, crocante y dorado, con su piel, puede depararnos varios días de picoteos placenteros. Se puede servir frito con salsas diversas, picantes o no, mayonesas y chutney. O usar esas pechugas que nadie quiso para una ensalada con look colonial: con apio, manzanas, mayonesa y curry.

Verduras de estación, todas: para ensaladas crudas y cocidas. Pero se las debe comprar para la semana, no para la eternidad, si exagera van a parar al rincón de los recuerdos muertos (el tacho de basura). En mi heladera tengo brócoli, chauchas de las más finitas para emular a una sofisticación del chef Alain Passard, chauchas con duraznos blancos. Calabaza y puerros para sopas frías antes que vengan los tiempos gélidos, a las que añado, curry y leche de coco. ¿Qué mas? Huevos, si fuera posible caseros para omelettes instantáneas o tortillas de papas o de lo que sea. Y un vino bebible y humano de precio. En cualquier lugar del mundo.


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