Se supone que ostras y champagne forman la combinación perfecta para erotizarnos. En su medida y armoniosamente, porque hasta la mas descocada muñeca brava pueden adormilarse en lugar de brillar con las estrellas descubiertas por Dom Perignon
Los afrodisíacos no existen. Como dijo el Dante “l´amore e cosa mentale”. Y la Fiesta de San Valentín un invento marketinero para el consumo, tanto como el Día del Niño o del abuelo. Bien. Aprovechemos el rito del 14 de febrero para celebrar la vida cualquier excusa es buena. Tambien cualquier día menos simbólico.
No se si hay vinos afrodisíacos, se que ciertos vinos son mas sensuales que otros por sus aromas, frescura, liviandad. Vinos para pasarlo bien no para analizarlos en el Wine Bar. Recuerdo un Torrrontés y un Sauvignon Blanc de aromas desbordados con empanadas salteñas en los Valles o con cornalitos en la playa. Me remiten a las esplendorosas siestas del verano, al asunto amoroso.
Hay variedades que inspiran más que otras, pero tambien tienen que ver con el estilo del vino. Repito, hay que tener en cuenta a los Sauvignon Blanc, tan de moda. Volvió, por suerte, la hora de los blancos. Entre éstos recomiendo buscar siempre los de la cosecha del año con los aromas expresivos, beberlos mientras sonríen, los vinos y uno.
Me gustan los Sauvignon Blanc del Valle de Uco, con una profunda sensualidad terráquea, cítrica y mineral. Eluden el lugar común de tanto SB: los empalagosos frutos tropicales y el famoso pipi de chat, que no siempre es garantía de calidad.
Algunos ejemplos: Alto Sur de Finca Sophenia, Salentein, y Portillo, todos con uvas de este Valle codiciado.
En cuanto a los Torrontés todos los de Bodegas Etchart, especialmente Cafayate, por su buena relación calidad precio y porque conservan el espíritu Torrrontés que siempre destila pura sensualidad. Los José Luis Mounier, Finca Las Nubes, Amalaya y el de O´Fournier, también mantienen intacta el alma de esta uva, mezcla rara de Moscatel de Alejandria y criolla- con aromas a jazmines y a duraznos. Pasan como agua, atención.
Los vinos rosados combinan amorosamente con platos mediterráneos. Ninguneados hasta ahora, son boom no sólo en Argentina. Bien fríos, calientan (eso me dicen).
Entre los más erotizantes: Familia Zuccardi rosé de Syrah de la última cosecha. Para antes o después. Otro rosé que pega bien con el amor: Finca Flichman, un blend de Malbec y Syrah, en partes iguales, que tuvo un fulminante éxito en el mercado externo. El Syrah de Barranca es excepcional. Estos dos vinos se consiguen por pocos pesos en toda Latinoamérica. La asociación obvia, Shiraz era la ciudad persa donde nació Omar Kayham, ese trasgresor poeta que aunque musulmán glorificaba el vino (y al amor). “escancia vino y que sea rojo como tus mejillas y mis remordimientos ligeros como tus bucles...” Seguramente era Syrah lo que bebía el Omar, señor de remordimientos fugaces. Según el mito los cruzados la introdujeron en el Mediterráneo desde Oriente Medio.
Hay como sucede con todos los tintos, Syrah o Shiraz en muchos estilos. Prefiero los que no están muy concentrados, cuando le encuentro su carácter especiado y frutal.
Burbujas apasionadas a base de Syrah: el champaña Animal de Ernesto Catena vineyards, elaborado con el método tradicional, oscuro y brillante, salvaje y raro como tantas pasiones.
En cuanto a otras burbujas recomiendo los emocionantes cosquilleos sólo de Pinot Noir: el Cuvée Special de Chandon, Alma 4 Pinot Rosé de Familia Zuccardi, el nuevo presentado a fines del 2012 de Bodega de Fin del Mundo, y Encuentro Brut Nature de Rutini Wines, para algún encuentro memorable.