La variedad formaba parte de los cortes clásicos argentinos, junto al Malbec. El blend se llamaba Borgoña. Nada que ver, pero esa es la historia. En Argentina existe el clima ideal, esta uva necesita madurar por completo y el sol es su aliado.
Un Durigutti Bonarda probado en la parrilla Don Julio por primera vez el año pasado, varietal que cautivo a amigo foráneo, y, recientemente en nuevo restaurante palermitano, Dumuru, en la esquina de Godoy Cruz y Honduras que recomiendo por su equilibrada relación calidad precio en los vinos-,con otro amigo foráneo, más algunos Bonarda de San Rafael que conocí in situ como el de Algodón Wines o el nuevo de Alfredo Roca- , me hicieron volver a la Bonarda y sus virtudes: la fruta intensa y el color, que para muchos críticos extranjeros la aproximan al Malbec, en cuanto a unicidad.
En estos días habrá que probar un menú en Guido s, el reducto italiano bohemio del las Palermo Zoo, diseñado sobre Colonia Las Liebres- de la Bodega Alto Las Hormigas- un Bonarda que no se parece a ningún otro, pura, espesa fruta, sin pizca de madera. Como el de Durigutti, opulento y sabroso. En San Juan suelen combinarla con Syrah, pura sensualidad, como el de Bodega Callia.
La Bonarda italiana no es una, sino muchas uvas diferentes: la Bonarda Piamontesa (a su vez mezclada o confundida con otras); en Lombardía y Emilia Romagna se llama Uva Rara y en Oltrevo Paese –también otra región de Lombardía- y en Colli Piacentini- también en Emilia Romagna, la uva Croatina se llama Bonarda di Gattinara o Bonarda di Cavaglia. Y en esta zona, para añadir aun más confusión hay dos Bonardas, la Grossa y la Piccola.
En la Argentina, es difícil precisar su identidad, aunque el ampelógrafo. P. Truel la encontró muy parecida a la Corbeau. También algunos investigadores coinciden que es la que en California la llaman Charbono. Su popularidad hace que no tenga ningún sentido cambiarle el nombre.
Ahora olvídese de Italia. Más que la ampelografía y la semántica nos interesan las propiedades de esta uva. Coincidimos con muchos wine writers extranjeros que han atribuido un gran potencial a la Bonarda tratada como cepaje fino. Tuvieron razón: por algo el Bonarda 2000 de Nieto Senetiner ganó Medalla de Oro en Vinitaly en el 2003, cuando fui testigo del triunfo por haber formado parte del jurado. Y allí de Bonarda y sus infinitas variantes conocen.
Con la Bonarda sucedió lo mismo que con el Tempranillo y antes con el Malbec. Se dieron cuenta de sus posibilidades cuando se la comenzó a tratar en los viñedos y en la bodega como uva fina.
Y en cuanto a sus aliados en gastronomía, esos platos de la cocina ítalo- argentina caros a todos el mundo: ravioli con estofado, polenta, risotti, milanesas, saltimbocca a la romana. O para el rito argentino: asados al sol.
Quien le dice, quizá, y si su fama sigue en alza, deberíamos llamarla Bonarda Argentina, como, hasta los franceses lo sugirieron, a nuestro Malbec deberíamos llamarlo Malbec Argentino. Por acá todo se da de otra forma. ¿Seremos originales o pura mezcla de razas y regiones? En todo caso, somos así.