¿Quién consume vinos dulces? Una de las razones esgrimidas por las bodegas es que estos vinos complacen especialmente a las señoras poco habituadas al vino. Ritos de iniciación que apuntan también al universo de los jóvenes.
La dulzura es el primer escalón para el goce; remite al sabor de la leche materna. Pero he visto a viriles sesentones conmoverse ante la dulzura natural de algunos de estos vinos. Edipos golosos. Hay dulzuras y dulzuras.
Hay que decir que hay algunos están bien logrados, especialmente si la dulzura excesiva está equilibrada por una buena acidez. Si no sucede, se trata de mera dulzura sin matices.
Además, aparecen a la hora de los postres. OK para postres cítricos u
helados. Pero un
Tiramisú o un volcán de chocolate con un tinto dulce borra el recuerdo de una buena comida. Satura. Sobreviene el detestado empalago. Y lo peor: engorda.
Me parece que los vinos dulces son adecuados con quesos, especialmente los azules. Y deben beberse siempre muy fríos, sino dejan esa resabio de jarabe que tampoco puede compararse a la dulzura de ciertos licores donde el alcohol anula el empalago (y también las neuronas). Nada peor que una resaca de
Cointreau .
En todo caso, la dulzura de estos vinos no es añadida sino natural: las uvas se cosechan sobre maduradas, algunas casi pasas. Por las circunstancias del clima, es difícil conseguir la podredumbre noble, producida por un hongo Botrytis cinerea, esa enfermedad de las uvas que las reduce concentrando el azúcar, y produce el milagro, base de los mejores vinos de Sauternes, los Tokaj y algunos otros grandes dulces del mundo.