Masticamos

Acaba de terminar esta gran celebración gourmet. Este año supero todas las expectativas. Multitudes haciendo cola para probar los platos de los mejores cocineros argentinos, aprovisionarse de quesos aceites, hierbas orgánicas, langostinos y navajas del Atlántico sur, frutas y vegetales, entre otros objetos del deseo. Hubo también tragos y vinos pero nadie salió tambaleando.

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Acaba de terminar esta gran celebración gourmet. Este año supero todas las expectativas. Multitudes haciendo cola para probar los platos de los mejores cocineros argentinos, aprovisionarse de quesos aceites, hierbas orgánicas, langostinos y navajas del Atlántico sur, frutas y vegetales, entre otros objetos del deseo. Hubo también tragos y vinos pero nadie salió tambaleando.


Este año viví Masticar con más profundidad que en mis breves vistas anteriores, ya que siempre coincidía con algún viaje. El año pasado solo tuve el tiempo de un encuentro con la gran Paz Levinson en una charla de vinos. Esta vez, no. La recorrí casi palmo a palmo.

Tuve la suerte de concurrir al preopening del banco auspiciante. Un lujo recorrer y probar en paz dos platos memorables: el Parmentier de Christophe, en su lugar junto a Diego Garcia Tedesco. Este Parmentier supera infinitamente a esa cotidianeidad nacional, el pastel de papas. Parece pero no es. Es más rico. El otro plato fue un ceviche fogaratoso servido en La Mar por el chef Anthony Vázquez, el simpatiquísimo cocinero de Gastón Acurio, el mismo que nos atendió a mí y a Maria de Michelis en Lima, en la última Mistura. Hubo que atravesar muchos metros para hacerse con una copa de Torrontés, imprescindible para el Ceviche.

Más tarde pude probar otras cosas en lugares ya atiborrados. Grandes colas especialmente en los stands de los cocineros mediáticos, esos que la pantalla de elgourmet instaló desde hace 15 años en todas las casas latinoamericanas. Los menos mediáticos, como el genial Hernan Gipponi con sus patatas bravas y sus arroces orgánicos o el de Pablo Rivero, si, el dueño de Don Julio, mi adorada parrilla del barrio, que despachaba miles de empandas perfectas y provoletas de cabra de Cafayate. Chez Bondoux, Pascal y su equipo tentaban con los huevos meurette y con una tartine de ternera con la salsa bernaise. Esa salsa merece una nota aparte.

Y ostras, por supuesto, vivitas y coleando. Una zambullida en el Atlántico Sur, que Gabriel Oggero, de Crizia, ofrecía en múltiples variantes. Todas me hicieron fosforecer, por el iodo y por el goce absoluto. Y pensar que hay gente que no se les anima.Mis preferidas: solas, con gotas de limón o fritas con panko, crocantes, deliciosas, en sus juegos de texturas.

El mercado, en un espacio central tentaba también a un público que se amuchaba para elegir desde pimentón de Cachi, orgánico, granadas enormes de San Juan, rojas y brillantes, con sus granos relucientes. Compré dos y no sé si abrirlas o dejarlas sobre una fuente de madera en el comedor. Parecen parte de una viva naturaleza muerta. Se ofrecían también exotismos del mar nuestro, como esas navajas, especies de almejas largas y finas, de sabor único.

El mismo día de la inauguración fui honrada con un premio a mi trayectoria: en el escenario central, felizmente bautizado Miguel Brascó, tuve un reconocimiento de los cocineros: rodeada de mis amigos Trocca, Sole Nardelli, Narda Lepes, Dolli, Germán Martitegui, entre otros. Emilio Garip me presentó a las multitudes. Recordó que le hice la primera nota a su restaurante Oviedo el siglo pasado. También que cantábamos tangos. Esa noche no los cantamos, pero casi se me piantó un lagrimón. El premio era, simplemente, una hoja blanca con mi nombre en rojo y una frase: “sin vos no hubiera sido los mismo”.

El sábado sucedió lo mejor de la feria: una charla y clase del genial Gastón Acuario, hizo ocho ceviches, posibles de elaborar con los productos argentinos. Los protagonistas fueron los pescados y mariscos de la extensa costa patagónica. También será motivo de otra nota. Porque no solo relató el origen precolombino del ceviche, reivindicó las cocinas latinoamericanas como una cultura con una identidad ancestral y un futuro glorioso. Acurio fue quien instaló la cocina peruana en el mundo. Sabe.

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