Cebolla esencial

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La cebolla crecía espontáneamente en las costas palestinas, pero pasó a ser cultivada por sus virtudes, pese a las lágrimas que provoca.


Los antiguos egipcios descubrieron que podían matizar el sabor de su aburrida dieta de pescados y dátiles con la cebolla. Tanto se la apreciaba, que el faraón Keops pagó la construcción de la Gran Pirámide con cebolla, ajo y perejil. Además, se partía hacia el más allá acompañado de ellas cubiertas cuidadosamente como momias.

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Tampoco prescindieron fenicios y griegos de este bulbo perfumado que puede tener varias caras.

Lo romanos también sintieron pasión por la cebolla y Plinio pudo calificar las diferentes clases. Se elaboraban en Roma conservas de cebolla con miel y vinagre, receta que sobrevive en muchos libros de cocina.

Por ser tan rica en vitamina C, sales minerales, azufre y otros oligoelementos, hasta el siglo pasado formaba parte de la dieta de los marineros para evitar el escorbuto.

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Francia se divide en dos regiones: al norte los amantes de la cebolla y la manteca, al sur los adoradores del ajo y el aceite de oliva.

Las pequeñas cebollitas forman parte imprescindible de ciertos guisos franceses, como el boeuf bourgignonne y hasta pueden reemplazar a los finos echalotes en la preparación de la salsa bernaise.

De las variedades de cebollas que se encuentran en el mercado aprecio el sabor de la cebolla roja, imprescindible en la gastronomía peruana. Para reducir su potencia, se la remoja en agua fría, una vez cortada.

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