Comer afuera

Autor Elisabeth Checa
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Hay mediodías y noches calurosas ideales para respirar el verde -y eventualmente contaminarlo con algunos humos si se pertenece a esa casta bastardeada de los fumadores-, donde los goces gourmet son aun más placenteros. Estos son algunos de nuestros elegidos. Por supuesto, hay muchos más en los 100 barios porteños. <br /><br /><strong>Museos <br /></strong><br /><em>Croque Madame</em> es el nombre del restaurante-café del Museo de Arte Decorativo, en el jardín del deslumbrante Palacio Errázuriz, un lugar mágico para los disfrutes, desde el desayuno hasta la noche. La cocina no es asombrosa, ensaladas, chop suey, quiches y sándwiches. Pero el entorno es único. De día, los chicos pueden corretear sin peligros. De noche, para enamorarse con flute de champán. <br /><br /><em>Café des Arts</em>, el restaurante del Malba, Museo de Arte Latinoamericano, en Salguero y Figueroa Alcorta. Debe ser uno de los mejores lugares en Buenos Aires para relajarse al aire libre, por el confortable deck con sillones blancos, el verde envolvente y, sobre todo los platos de la cocina francesa de Jean Paul Bondoux. Pida el mejor tartare de la ciudad. Buen lugar también para el gin tonic del verano a la hora azul. <br /><br /><strong>Hoteles</strong> <br /><br />Los jardines versallescos del <em>Hyatt Buenos Aires</em> -Palacio Duhau-, comer en el afuera del restaurante Gioia, los platos med de Máximo López May, comenzando por la mesa de antipaste y los imaginativos risotti, son espacios súper placenteros. Si se elige el restó top del hotel, el Duhau, también existe la posibilidad de una mesa en la terrase. Piano Nobile, el lugar más informal tiene su espacio con mesas en la misma terraza. <br /><br /><strong>Palermo del alma</strong> <br /><br />Vivo en Palermo Viejo, el de Borges, bautizado tilingamente Soho desde hace unos años. Allí estoy rodeada de posibilidades placenteras, prolongaciones de mi casa. <br /><br /><em>Don Julio</em>, parrilla barrial, nada sofisticada, pero donde me hacen el lomo en el punto exacto en que se los pido. Saignant, y papas fritas adictivas, doradas, vivas y vibrantes. Sólo a una cuadra de casa, la opción es la amplia vereda donde se ve pasar al mundo. Se impone conocer Don Julio: tiene una imponente carta de vinos ya que su dueño Pablo es un sommelier obsesivo. Los turistas se emocionan y piden Malbec, del caro. Gurruchaga y Guatemala <br /><br />A pocas cuadras, <em>Minga</em>, del experimentado Nacho Ortiz de Rosas -dueño también de Dominga en Palermo Hollywood -, y decorada por el arquitecto Oropel (el lenguaje nunca es inocente), tiene una terraza encantadora que balconea sobre los árboles y la plaza Palermo Viejo -mal llamada Plaza Armenia. Queda en Costa Rica 4528. <br /><br />A una cuadra <em>Berebere</em>, onda Magreb domesticada para el gusto local. Tahine, couscous, merghez esas cosas. Terraza seductora, tambien con vista a la plaza Palermo Viejo, con lámparas marroquíes, estilo Zoco o Casbah, Tánger, Bowles. El único resto de cocina de influencias norafricanas en Buenos Aires. Armenia 1880 <br /><br /><em>Tegui</em>, de Germán Martitegui, de arquitectura asombrosa, con su gran cocina central. Sofisticado, elegantísimo. El patio no es muy grande pero absolutamente placentero. Allí se puede disfrutar una de las mejores gastronomías argentinas, con vinos muy cuidados. Costa Rica 5852.

<strong>Puerto Madero</strong>

Definitivamente, entre la multitud de propuestas me quedo con <em>Sottovoce</em>, con sus pastas susurradas, muy al estilo Cipriani, y, además buenísimos risotti, entre otras suculencias. Alejo Waissmann sabe como hacer las cosas. En la zona. Ningún placer mayor que instalarse en la terraza junto al agua y los barcos, picotear las aceitunas rellenas y panadas, el ja

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