Resurgimiento del Bloody Mary

Autor Elisabeth Checa
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No sólo sirve para recuperos post noches bravas: la histórica mezcla, que puede tener infinitas variantes, es una idea genial para la hora del aperitivo. Volvió con todo.

"Beber el pelo del perro que te muerde" es un proverbio inglés, un pueblo afecto al trago. Parecería que una dosis homeopática de spirit contribuye a reparar estados calamitosos en esos días que uno se mira al espejo y no le gusta para nada lo que ve. Los excesos son funestos y los insensatos que resbalan, a veces sin darse cuenta, en los parties o en la vida en general, además de quejas, culpas, autorreproches y autoconmiseraciones, deben conocer algunas de las virtudes de ciertos antídotos. Hay varios: un suculento plato de pastas con manteca es uno de ellos, algo más melancólico que el famoso Bloody.

No se entusiasme, es un buen antídoto anti resaca pero si exagera, también puede provocarla.

Uno de los antecedentes históricos de este trago, al que los americanos son fanáticos, es el Red Snapper, creado por Ferdinand Petiot antes de la Segunda Guerra Mundial en el American Bar del Ritz o quizá en el Harry's New York bar, de París. Ese trago combinaba gin con jugo de tomate, pimienta de Cayena, jugo de limón, sal y pimienta en proporciones exactas, en las que la Cayena tenía una fuerte presencia.

Cuando terminó la Ley Seca, quedaban pocos barmen experimentados en USA. Los mejores habían emigrado a Europa en busca de shakers seguros. El dueño del Hotel St.Regis de New York contrató a Petiot, el inventor del Red Snapper, para trabajar en el bar del hotel, el Great King Cole, donde la creación del barman alcanzo un éxito inmediato. Cuando terminó la segunda guerra, los americanos se habían acostumbrado al vodka, y ésta reemplazó al gin en la fórmula. Fue entonces cuando se lo bautizó Bloody Mary y se lo consagró como el antiresaca más efectivo.

Otra versión de la historia: hacia 1953 Hemingway, le pidió al barman del Ritz parisino que le preparara un jugo de tomate porque su mujer Mary, controlaba su aliento para detectar cualquier signo de alcohol. A Papa Doc, le gustaba el trago. Berlin, el barman, le mezcló jugo de tomate con vodka, ya que es este aguardiente es absolutamente inodoro, y no deja rastros. Después se le añadieron los demás condimentos para crear esa mezcla reconfortante, no sólo para el día después.

Los aconsejo para llenar vacíos existenciales, por ejemplo, si uno está en un aeropuerto sin alma, ha perdido una conexión y el tiempo se estira. Me pasó hace poco y el trago preparado por una gorda cubana me reconcilió con la vida y los aviones perdidos.

Recientemente en Buenos Aires probé el de Florería Atlántica, con tomates asados y Jerez en su fórmula; el perfecto Bloody Mary que Ludovico De Biagi prepara en la barra del Basa y el de Carlo Contini en Leopoldo. Me recomiendan como excelente el de Tijuana, bar de Palermo Viejo, al que añaden jugo de zanahoria y sal de jalapeño. Otro: el del Pony Lane, el movido bar del Four Seasons, ideado por el genial Santiago Maggi.

La versión clásica de Bloody Mary es un equilibrio perfecto de vodka, jugo de tomate, Tabasco, Salsa Worcester Lea & Perrins (no cualquier erzats) y jugo de limón -personalmente lo prefiero con lima o eso que en Argentina llaman limón para caipirinha-, sazonado con sal o sal de apio y pimienta negra de molino.

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