Por los mercados de Barranquilla: colores y sabores para disfrutar
Conocé por dentro los mercados típicos de la ciudad de Barranquilla, a través de la mirada de Pedro Lambertini en su viaje más reciente. Una aventura de colores, sabores y texturas para compartir.
Por El Gourmet
10 de Septiembre de 2014
La semana pasada les conté un poco sobre mi visita a la ciudad de Barranquilla en el marco del Festival Gastronómico que se llevó a cabo en esa ciudad colombiana. Como cocinero siempre indago en los mercados y lugares típicos donde compran y comen las personas del lugar, mucho más que en sus restaurantes de lujo: éstos suelen ser siempre menos representativos. “Hospedaje” en la dominicana Santiago de los Cabelleros, “la Caraguay” en Guayaquil, “Paloquemao” en Bogotá etc. Ir a los mercados es siempre un viaje al alma de una ciudad, eso sí: hay que madrugar.
La noche anterior a visitar el mercado, lejos de acostarnos temprano, nos quedamos junto a mi colega y compañera de viaje Sole Nardelli “haciéndole el aguante” a Ohno en una jugosa charla de cocineros. Nos fuimos a descansar apenas dos horas, para estar arriba a las 6 de la mañana. El anfitrión fue el cocinero local Juan Pablo Figueroa que amablemente nos acompañó hasta el mercado de Barranquilla.
La primera parada fue el mercado de frutas. Yo había tenido oportunidad en una visita anterior de maravillarme con la variedad de frutas que hay en Colombia, y que la mayoría de nosotros jamás ha escuchado siquiera nombrar: lulos, tomates de árbol, corozos, pitayas, mangostinos, todos de formas extrañas y colores vibrantes. En muchos casos el aspecto exterior es apenas un adelanto de la espectacularidad de su pulpa. Frutas que quizás nos suenan, pero que pocos hemos tenido la oportunidad de ver frescas como las carambolas, las chirimoyas y las guayabas. Cabe aclarar que además de éstas, tienen todas las frutas que nosotros conocemos y consumimos aquí cotidianamente.
Si tienen la oportunidad de visitar un mercado de frutos en Colombia, recomiendo que vayan con un guía que los oriente, una sonrisa en la cara y un cuchillo en la mano para ir cortando y probando las frutas. Los sabores son difíciles de describir. Una de mis frutas preferidas colombianas resultó ser el lulo o naranjilla, de forma parecida al caqui y sabor ácido. Su jugo tiene un sabor particular y es muy refrescante.
La segunda parada fue el mercado de pescados y hay algo que captura de inmediato la atención de los visitantes: el show de las garzas, que visten los techos mirando todas para el mismo lado, impertérritas y expectantes por su ración. Nunca vi algo igual, realmente merece detenerse un momento y mirarlas. La variedad de pescados, entre los cuales se encuentran las corvinas y los bonitos, es inmensa y el olor a mar se siente de lo más fresco y no molesta. Me hubiera gustado poder llevarme alguno para cocinar, pero el menú que haríamos a dúo con Sole en la clase ya estaba planeado y consistía en platos típicos de la cocina porteña.
De vuelta en la feria, nos dirigimos a una parada obligada que era la atracción principal del lugar no sólo por su oferta gastronómica típicamente barranquillera sino por su anfitriona: Maritza es la reina de la arepa con huevo. Resulta hipnótico escucharla hablar con tanta pasión de su especialidad por la cual fue convocada a realizarla en diversos festivales alrededor del mundo. La pantagruélica arepa en cuestión, un disco de masa de harina de maíz blanco frita y ahuecada rellena con huevo (y, esta vez, también carne) es “el” manjar que me llevo de recuerdo de este paso por Colombia. Se sirve con “sueño costeño”, una especie de “sour cream”, pero más grumosa, y salsa picante para quienes como yo gustan de sabores más hot.
Hubiera querido permanecer aún más tiempo en esta ciudad pero por compromisos ya contraídos en Buenos Aires, debía volverme. No faltará oportunidad de que vuelva a Colombia a seguir descubriendo sus distintas ciudades, a través de su gente y su gastronomía. Próxima parada, ¿Cartagena de Indias? Ojalá…
La noche anterior a visitar el mercado, lejos de acostarnos temprano, nos quedamos junto a mi colega y compañera de viaje Sole Nardelli “haciéndole el aguante” a Ohno en una jugosa charla de cocineros. Nos fuimos a descansar apenas dos horas, para estar arriba a las 6 de la mañana. El anfitrión fue el cocinero local Juan Pablo Figueroa que amablemente nos acompañó hasta el mercado de Barranquilla.
La primera parada fue el mercado de frutas. Yo había tenido oportunidad en una visita anterior de maravillarme con la variedad de frutas que hay en Colombia, y que la mayoría de nosotros jamás ha escuchado siquiera nombrar: lulos, tomates de árbol, corozos, pitayas, mangostinos, todos de formas extrañas y colores vibrantes. En muchos casos el aspecto exterior es apenas un adelanto de la espectacularidad de su pulpa. Frutas que quizás nos suenan, pero que pocos hemos tenido la oportunidad de ver frescas como las carambolas, las chirimoyas y las guayabas. Cabe aclarar que además de éstas, tienen todas las frutas que nosotros conocemos y consumimos aquí cotidianamente.
Si tienen la oportunidad de visitar un mercado de frutos en Colombia, recomiendo que vayan con un guía que los oriente, una sonrisa en la cara y un cuchillo en la mano para ir cortando y probando las frutas. Los sabores son difíciles de describir. Una de mis frutas preferidas colombianas resultó ser el lulo o naranjilla, de forma parecida al caqui y sabor ácido. Su jugo tiene un sabor particular y es muy refrescante.
La segunda parada fue el mercado de pescados y hay algo que captura de inmediato la atención de los visitantes: el show de las garzas, que visten los techos mirando todas para el mismo lado, impertérritas y expectantes por su ración. Nunca vi algo igual, realmente merece detenerse un momento y mirarlas. La variedad de pescados, entre los cuales se encuentran las corvinas y los bonitos, es inmensa y el olor a mar se siente de lo más fresco y no molesta. Me hubiera gustado poder llevarme alguno para cocinar, pero el menú que haríamos a dúo con Sole en la clase ya estaba planeado y consistía en platos típicos de la cocina porteña.
De vuelta en la feria, nos dirigimos a una parada obligada que era la atracción principal del lugar no sólo por su oferta gastronómica típicamente barranquillera sino por su anfitriona: Maritza es la reina de la arepa con huevo. Resulta hipnótico escucharla hablar con tanta pasión de su especialidad por la cual fue convocada a realizarla en diversos festivales alrededor del mundo. La pantagruélica arepa en cuestión, un disco de masa de harina de maíz blanco frita y ahuecada rellena con huevo (y, esta vez, también carne) es “el” manjar que me llevo de recuerdo de este paso por Colombia. Se sirve con “sueño costeño”, una especie de “sour cream”, pero más grumosa, y salsa picante para quienes como yo gustan de sabores más hot.
Hubiera querido permanecer aún más tiempo en esta ciudad pero por compromisos ya contraídos en Buenos Aires, debía volverme. No faltará oportunidad de que vuelva a Colombia a seguir descubriendo sus distintas ciudades, a través de su gente y su gastronomía. Próxima parada, ¿Cartagena de Indias? Ojalá…