Con uvas mediterráneas, vinos raros

Más que raros, diferentes. Acabo de probar tres vinos casi ignotos, todos de la cosecha 2014 que me gustaron muchísimo, especialmente por diferenciarse de los Malbec fotocopias. La línea se llama Ver Sacrum y su dueño es el  productor Eduardo Soler. Ya fueron muy bien puntuados en Wine Advocate.

Por Elisabeth Checa
22 de Marzo de 2016
Nos los probé profesionalmente, una copa al lado de la otra, comparando, discutiendo sus  virtudes o defectos con colegas. Insisto. El vino no es ni un teorema ni un  cadáver. Debería ser mero goce. Los conocí porque una deliciosa sommelier, Natalia Benítez, me acercó  tres botellas personalmente a mi casa. Y los fui probando, cada uno en ocasiones  diferentes, con platos distintos y compañías ídem.
Ver Sacrum no te revela ningún misterio. Te revela, eso sí, la variedad de posibilidades, la biodiversidad que puede tener la vinicultura argentina. Tenemos algo más que Malbec y Torrontes.

Se trata de dos varietales, Garnacha y Monastrell y un blend de  Garnacha, Syrah y Monastrell. Desde siempre fui una apasionada del Syrah, especialmente  del Syrah de Finca La Anita que impuso a la variedad como moda ya hace más de 20 años. De los Syrah sanjuaninos, algunos, como Mora Negra,  me pueden. Por su sensualidad, su ser especiados.

A la Garnacha la había oído nombrar de chica, como integrante de vinos comunes; la redescubrí en todo su esplendor  año a año en España, especialmente en algunos vinos del Priorato, esa denominación catalana que hasta hace algunos años era la moda absoluta con sus vinos carnosos, estructurados, oscuros, con mucho alcohol. Algunos me siguen gustando.

Estos últimos años, especialmente en Cataluña probé  varios tipos de Garnacha: rosados, blancos con garnacha blanca y unos tintos ligeros elaborados con “ garnacha peluda”. Ignoraba su existencia. A la vuelta lo comenté, nadie sabía que era la garnacha peluda, todos rieron pero  nadie la conocía en este país. Se la llama así porque la uva tiene un vello tenue sobre su superficie. Es todo.

Monastrell es  el nombre hispánico de la Mouvedre francesa, aunque la uva tiene un claro origen español.  A lo mejor Mouvedre hace más “fino”. Alguna vez probé en Argentina un Mouvedre elaborado, en sus infinitas búsquedas, por Zuccardi. Rico.
 
Estas uvas  Garnacha y Monastrell vienen de  viñedos  de 40 en Barracas, Maipú. La Syrah de viñedos de 30 años del Bajo Lunlunta.  Es la primera cosecha pero Soler y socios están elucubrando  planes. Tenemos el clima ideal para estas uvas de origen mediterráneos.
 
Los tres vinos, los varietales Garnacha, con el puntaje máximo 93; G.S.M. – blend de Garnacha, Syrah y Monastrell- y Monastrell, me parecieron deliciosos, frescos, superbebibles. Vinos para estos veranos casi eternos. Pero para nada fugaces. Liviano no quiere decir fugaz. Tienen carácter, personalidad. En los tres se utilizaron vinificaciones modernas: fermentación en huevos de cemento de 1000 litros,  añejados también en huevos de cemento con un 50$ de paso por barrica de roble francés de 500 litros. El Monastrell, quizás por eso fue el que más me gusto, no pasó por madera ni vieja ni nueva. Nada.
 Este último fue el complemento ideal para un invento raw food: salmorejo de tomates, sandia, oliva y ajo, hinojos marinados con pomelo, oliva y tomillo; berro con oliva y portobellos crudos. cherries con aceitunas marinadas y mucha ralladura de limón ,  y carpaccio de zucchini con oliva, romero, y almendras fileteadas.
 
El vino acompañó maravillosamente estos inventos de una  cocinera amateur enamorada del mediterráneo (quien escribe). Al Monastrell le encontré algo terráqueo, de subsuelo o armario antiguo. Son asociaciones y recuerdos, instantáneas de un momento. Cada uno encuentra lo que encuentra. El milagro se produce cuando se encuentra el vino para el momento justo.