Cocinar junto al profundo océano.

Dolli Irigoyen Osvaldo Gross y Borja Blázquez, estrellas de la pantalla de elgourmet, dieron clases magistrales en la séptima edición de Madryn Al plato, el cada vez más exitoso festival gourmet, que se realiza desde hace siete años en ese lugar luminoso donde el aire tiene un color y una textura especial.

Por Elisabeth Checa
8 de Julio de 2014
Hace dos años conocí la Península Valdez, Puerto Madryn y su entorno en ocasión de una feria de vinos, Beber Divino. Pese a mis merodeos por el mundo, hasta ese momento jamás había estado en esta parte nuestra del planeta. Un lugar único, por algo las ballenas se enamoran y cantan, los lobos marinos tiene su harem, las toninas overas saltan, casi vuelan en el mar abierto.
Desde la ventana del hotel, las veo, tres o cuatro colas oscuras de esos enormes y bondadosos monstruos marinos El aire es puro y filoso, pese al invierno, el sol entibia, el mar, el siempre mar está allí con su deslumbrante azul junto a los acantilados y a los altos médanos. Los viajes de Madryn a Puerto Pirámides o a Rawson me remiten a esa maravillosa película argentina, Historias mínimas.

La fascinación que ejerce este Península Valdez, declarada Patrimonio de la Humanidad desde el año 1999, es única. Tanto como la fascinación que ejercen estos talentos de elgourmet, Dolli, Osvaldo y Borja que prepararon, en un auditorio completo, sus formulas sabrosas y posibles con los productos locales frente a un público atento y entusiasta.
Dolli recurrió a los langostinos para tres recetas muy fáciles de producir, tartare de langostinos, apenas blanqueados diez segundos, con papas fritas ,y salsa picante con chile y ajo, servido con un huevo poché, inspirado en el tartare de carne de toda la vida, pasión europea e invento del tártaro Atila; unos cakes, muy al estilo NY de langostinos y pescado, rebozados, servido con salsa tártara y una especie de curry, fresco, levemente picante de langostinos, con guarnición de polenta con choclo. Deliciosas sencilleces, en el estilo personal de Irigoyen
Osvaldo Gross elaboró a base de frutos rojos, productos de este sabroso sur un crocante de cacao, bavarois de chocolate blanco y frutas rojas, y aquella tradicional Torta Strausel de queso y frutos rojos.

El cálido Borja, por su parte, entusiasmadísimo, dedicó su clase al pulpo de la región, tan diferentes del español o del chileno, en tamaño y color, y encaro una receta-paisaje, con mejillones y otros bichos marinos, en homenaje a estas arenas, piedras y acantilados. Tips astutos, para la cotidianeidad, combinados con un profundo conocimiento de las técnicas de vanguardia, la clase del vasco deslumbró, además por su claridad y humor.
El grupo de cocineros y periodistas invitados compartimos comidas en los restaurantes de Madryn, con platos de cordero y langostinos en el menú, acompañados por los buenos vinos de Catena y Domaine Bousquet.
La cúspide de estas comidas que transcurrieron en diferentes restaurantes, sucedió en lo del cocinero Gustavo Rapetti, Los fuegos de mi casa. La casa en cuestión es el restaurante de puertas cerradas del chef Rapetti, entusiasta organizador de Madryn al Plato, junto a la gente de la Secretaria de Turismo. Infinitos finger food servidos con vinos de la líneas DV Catena y Angélica Zapata. Entre los mejores bocados: el Tostín de morcilla pampeana, queso de Sarmiento y Compota de Tomates y los langostinos al ajillo Peperoncini i y Salicornias. La salicornia es un producto de la zona, especie de yuyo marino que concede un especial sabor a cualquier preparación. Entre las dulzuras el granulado de Torta Galesa- yogurt natural y arándanos.

Durante dos días hubo una feria de productos y diseño, donde brillaron los quesos de leche de oveja del Tambo Ovino, de Prado del Río, especialmente un azul que hace empalidecer a cualquier francés y los de El Viejo Tambo, de Sarmiento, un interesante polo en Comodoro Rivadavia. En este probé delicioso yogur, muy lejano a esos productos industriales los que estamos habituados, sabrosos quesos de vaca y oveja en el punto de maduración exacto y hasta un cuartirolo al estilo de los de la infancia, con costra gruesa, un inhallable.
Ese mediodía los cocineros invitados y locales prepararon un almuerzos solidario, el resultado de la venta de los platos,- sandwiches de cordero al asador, cazuelas, cazuelas de langostinos, por ejemplo- estuvo destinados para fines benéficos.
El programa incluyó por supuesto el avistamiento de las ballenas enamoradas embarcados en Puerto Pirámides; un periplo en mar abierto, en Rawson para espiar las toninas overas, gráciles y raudas, y un paseo de aventuras en en 4 x 4 por los altísimos, vertiginosos medaños. Un paisaje, único, salvaje, solitario y final bajo el radiante sol del invierno.

¿Qué más? Volver, por supuesto. A revisitar el Ecocentro, un lugar entre museo y centro de estudios, de una arquitetcura increíble, junto al mar, la paz absoluta. Estos días estaba cerrado ya que estaban cambiando las muestras. Al viajero que huye le recomiendo absolutamente conocer este lugar mágico, con un poema de Borges a la entrada, y una impresionante escultura de Clorindo Testa. Allí se puede escuchar el canto de las ballenas. Mirar el siempre mar y ser feliz, sabiendo que de allí venimos. Por algo nuestras lágrimas son saladas, todavía.