Cocina italiana, la mejor del mundo
Un cocinero francés ganador hace unos años del Bocuse D'Or me lo dijo en una entrevista hace algunos años: la cocina del futuro es la italiana.
Y explicó las razones: es colorida, brillante, ligera, no es excesivamente cara, posible y sin disfraces.
Se lucen los productos como si fueran flores y las flores como si fueran productos. Pienso en esos risotti con las de calabaza rellenas o en buñuelos crocante para un sangiovese fresco.
Los italianos aman visceralmente la comida. Hasta los intelectuales como Humberto Eco o Tabucchi, reflexionan sobre estos goces materiales de un modo diferente a los franceses, son más voluptuosos.
El mundo gira sobre los antipaste, el secondo, los dulces, el pan, los jamones y el vino.
Mangia qui te fa bene, es el mandato kantiano de mammas y nonos.
Este bagaje fue transportado por los inmigrantes a este continente. Porque los italianos podrán haber venido pobrísimos pero traían en el alma esos tesoros de la cucina povera: la polenta, las pastas, los risotti. Venían a hacer ‘la América” y, de paso, transformar su cocina. Así como, por los vaivenes de la historia, los productos americanos transformaron la cocina europea. Estas influencias aparecen claramente en lo que ahora podemos llamar cocina ítalo- argentina. Una prueba: los históricos ravioli con estofado de los domingos. Esos grandes trozos de carne que se cocían lentamente durante la mañana perfumando la casa.
¿Cuál es la auténtica Cucina?
Ante todo debe ser rica y toda la cocina italiana lo es gracias a ese riquísimo intercambio entre las regiones con productos, paisajes, suelos, mares y gente diferentes