Cocido, una metáfora de Madrid

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Es un guiso en el que cabe de todo y admite interpretaciones múltiples.

En los comedores aristocráticos se sirve en bandeja de plata y en ollas de barro en las tabernas tradicionales o en las casas.

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Los reyes españoles han sido grandes devoradores de este guiso-sopa suculento. Desde Carlos I, famoso por su gula, hasta Ana de Austria (esposa de Luis XIII de Francia) quien se hacía servir el cocido en sus aposentos privados.

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El cocido madrileño deriva de las ollas podridas medioevales y otros poderosos platos regionales como la olla gitana andaluza, los potes gallegos y asturianos o la catalana scudela de carn d´olla.

Pero sus remotos orígenes remiten a la adafina judía, posteriormente cristianizada con la incorporación de carne de cerdo y otros ingredientes que han ido sumándose con el correr de los siglos.

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El cocido, un banquete cotidiano llega a la mesa en dos, tres y hasta cuatro pasos o vueltas, necesita un ritual para cocinarlo y para comerlo.

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