Una reciente visita a Bodega Norton que acaba de cumplir 120 años. Al recorrerla, se dispararon los recuerdos. Con una colega, no en patota de periodistas, probamos extraordinarios vinos recién nacidos, blancos y tintos de la cosecha de un año difícil y los platos de La Vid, el restaurante de la bodega, creados por una cocinera sensible, Patricia Suarez Roggerone.
Cuando llegué a Norton, a fines de los ‘80, antes que fuera adquirida por Gernot Langes Swarowski, me estremeció una oleada de aromas a tilo, esos que surgen al atardecer y crecen perfumando la noche. Allí, en una vieja casona con galerías y arcadas me aloje y probé vinos nuevos y tesoros añejos, entre ellos un Malbec 74, intacto y un Tannat aun más antiguo.
Después, hice varias visitas a la bodega cuyos nuevos propietarios, con Michael Halstrick, el hijo de Gernot Langes a la cabeza, transformaron drásticamente en cuanto a su arquitectura, sin modificar su esencia.
En esta última visita, hace solo unos días, cuando recién acababa la cosecha, probamos los vinos clásicos y modernos junto a Jorge Riccitelli, nombrado en el año 2012 por la revista Wine Enthusiast como el mejor enólogo del mundo. El grandote cálido, un sabio de perfil bajo y gran sentido del humor, no se la cree. Junto a él trabaja el joven David Bonomi, otro técnico inspirado, maestro absoluto del Sauvignon Blanc.
Catamos, desde los tanques y desde las barricas, blancos y tintos sorprendentes, tres Sauvignon Blanc a punto de pasar a su crianza en barricas, de aromas complejos pero tenues. Frescura absoluta, buena acidez, ningún recuerdo tropicaloso, esos aromas que cansan.
En cuanto a los tintos probamos Malbec y Cabernet Sauvignon en su etapa de fermentación en barrica. Todos sorprendentes. Vinos que se podrán disfrutar, me refiero a los tintos, en unos años.
La noche anterior tuvimos una comida con la buena gente de Norton en el nuevo lugar de Pablo del Rio, Fuente y Fonda, en el centro de la ciudad de Mendoza, una casona tradicional donde el protagonismo lo tienen los platos de las casas argentinas de toda la vida, con fuentes en el medio para compartir: pastel de papas, milanesas perfectas, tortilla de acelga, el cuyano tomatican. Rico y cálido. Los acompañamos con el espumante emblemático de la bodega Cosecha Especial con su botella en forma de campana que suena en todos lados; Sauvignon Blanc 2014 y el Malbec Reserva Norton 2012, exitoso en el mundo.
El almuerzo al día siguiente fue en el restaurante de la bodega con el menú degustación de la cocinera Patricia Suarez Roggerone, también artista plástica, en un lugar de diseño austero y cálido. La Vid Restaurante abrió sus puertas en enero de 2009 con una destacada e innovadora oferta gastronómica. Ubicado en el mismo predio de la bodega, en el distrito de Perdriel, Luján de Cuyo, La Vid está concebido como un espacio moderno y contemporáneo, que mantiene la estructura de bodegón con sus viejos toneles, pisos de piedra y ventanas pequeñas. Su diseño es enteramente mendocino, desde los profesionales a cargo de la restauración hasta los carpinteros y artesanos del cuero y del hierro que participaron en el proyecto.
La Chef Patricia Suarez Roggerone y su equipo de profesionales gastronómicos han creado una verdadera experiencia para los comensales, centrada en el concepto de una reunión alrededor de una mesa, compartiendo arte, vino, vida y cocina.
En Mendoza, la naturaleza talla y esculpe los productos con los rayos de sol entre montañas y viñedos, la idea es realzar lo natural, respetando las técnicas de la piedra, el disco, la parilla, el rescoldo y el disco de arado, buscando el fin de este arte efímero: alimentar y restaurar al comensal.
La cocinera forma parte de un proyecto CO.ME, una propuesta inclusiva en el que por el momento trabajan con productores carenciados del Este para potenciar sus posibilidades. Como tantos otros cocineros se ocupa de la identidad de esta cocina de raíces huarpes, entreverada con las corrientes inmigratorias.
Una prueba de sus hallazgos en el equilibrado menú degustación: el ceviche de trucha del Valle de Uco o los ravioli de chivo, sutileza, estética y sabor. Cosas ricas de La Vid, regados con esos vinazos que honraron a la gran uva Argentina. La línea Lotes, tres single Vineyards de diferentes terruños. Desde que aparecieron, hace un par de años elegí para recomendar en mi guía, el Lote A- 109, de Agrelo, de viñedos de 92 años. Este cosecha 2009 posee un delicado y largo equilibrio. Emociona. Emocionó también, en serio, el reencuentro con aquel Malbec del 74, que fue perdiendo esos vahos de oxidación para aparecer en la copa, brillante y vivo. Dejarlos respirar es el secreto de estos vinos añejos.
Vinos y platos, un solo corazón, seguimos nuestro tour mendocino a la noche con una comida en el restaurante de Francis Mallmann con los dos tintos top de la Bodega: Privada y Malbec 2010 y el gran Gernot Langes, un blend un Malbec con toques de Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon, que anduvo perfecto con el conejo rostizado y otros platos bien Mallmann, disfrutados en ese espacio operístico viscontiano del restaurante que dirige desde hace muchos años Francis en la Bodega Escorihuela. Hay que ir por lo menos una vez en la vida.
Como hay que ir a Mendoza, especialmente en otoño, inmediatamente después de la cosecha cuando los álamos son dorados y la viña comienza a adquirir tonalidades conmovedoras, que van del sepia al bordó. Probar los vinos de Norton in situ, comer en La Vid, y recorrer otros sabores, otros vinos, es un programa perfecto para los amantes de los vinos y los platos, en ese lugar lleno de energía, junto a la cordillera.
