Tendencias: el mero vino

Con alivio descubrimos de tanto en tanto algunos vinos que eluden el maderazo. Desconfiar cuando los somelliers o las contraetiquetas pregonan los aromas a vainilla cardamomo, canela, pimienta, tabaco y humos. Un vino no es un curry. Debe, ante todo tener olor a vino.

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Con alivio descubrimos de tanto en tanto algunos vinos que eluden el maderazo. Desconfiar cuando los somelliers o las contraetiquetas pregonan los aromas a vainilla cardamomo, canela, pimienta, tabaco y humos. Un vino no es un curry. Debe, ante todo tener olor a vino.


Hay fundamentalistas que se niegan a usar las barricas como un paso necesario para elaborar un gran vino. No quieren madera. Es el caso de Raúl Dávalos, a quien conocí hace muchos años cuando era dueño de Colomé en los Valles Calchaquíes, en ese entonces salvaje y remoto. Ya no es un lugar salvaje, solo remoto.

Él, Dávalos, renegó siempre de la crianza en madera, vieja o nueva, En sus etiquetas proclama que sus vinos no han padecido esa perversa influencia del roble.

Son vinos potentes, muy alcohólicos con una atracción fatal, diferentes a todos en un mundo donde los vinos son cada vez más parecidos. En su momento los descubrí junto a Michel Rolland. Estos Viñas de Dávalos lo deslumbraron tanto como para importarlos a Francia, no se si lo logró, demasiado alcohol, casi 16 grados.

Donald Hess, el propietario actual de Colomé decidió-a pedido de sus importadores ingleses- que también adoran los raros vinos de la bodega de Dávalos, elaborar tambien un tinto varietal donde la madera brille por su ausencia. Así fue como nació Auténtico Malbec con uvas que crecen a 2300 metros. Logro el puro vino, potente, raro y encendido, menos loco que los de Dávalos, algo más civilizado. Hess es suizo. Dávalos no.

Los jóvenes enólogos vanguardistas elaboran vinos asombrosos, fermentados y criados en huevos de cemento, o en piletas, las antiguas toda la vida. Sin un ápice de madera. Y con el acento puesto en la acidez y la frescura, no en la concentración, el maderazo y la fruta empalagosa.

Sin embargo, creo que los consumidores latinoamericanos no iniciados, no están dispuestos a vender el alma por un vino que no haya sido criado en roble.

Quieren todavía botellas pesadas y negras, y cuando las abren, aroma a placard de torre nueva. Muchos piensan que la madera hace fino, ignoran quizás que hay muchos ersatz de la barrica, desde las duelas hasta los chips, pedacitos de madera que viene a cumplir el papel de la canela o la pimienta.

Hay que reconocer que cuando la madera no mata, redondea por la microoxigenación, depara complejidades y, en los grandes vinos, concede mayor capacidad de guarda.

Ojo, la acidez que ahora buscan los jóvenes enólogos, como los hermanos Michelini o Sebastián Zuccardi, también alargan la vida del vino.

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