Pedir un vino en el restaurante

Una hazaña que provoca angustia electiva. Las cartas son cada vez mas largas, hay infinitas opciones de regiones, estilo y, por supuesto, precios.

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Una hazaña que provoca angustia electiva. Las cartas son cada vez mas largas, hay infinitas opciones de regiones, estilo y, por supuesto, precios.


En general, los comensales eligen un plato, y después, un vino acorde. En el caso de los restaurantes más sofisticados, el sommelier le puede indicar amablemente que puede ir con qué, y descubrir un vino. Evitar la perorata del profesional. La hora de la verdad surge al probarlo, es decir, el sommelier o el mozo le ponen una pequeña cantidad del vino a quien lo pidió, y si es aprobado luego sirve a los demás.

Aquel viejo mandato, blanco para pescados y carnes rojas, no es más valido. Por supuesto tiene que ver con el plato pero además tiene que ver con nuestras ganas, nuestras circunstancias.

En momento de crisis mundial y bolsillos flacos, la columna de la derecha, la de los precios, es la más consultada. En general, los comensales buscan un vino conocido a un precio humano. Para no seguir bebiendo, fotocopias, vinos idénticos, industriales, se puede explorar en vinos ignotos. Así podrá descubrir nuevos estilos, nuevas regiones, nuevas variedades. Hay un espectro cada vez mayor de vinos de autor firmados por jóvenes enólogos vanguardistas. Aconsejo explorar y descubrir. Por qué recurrir al Malbec, con todo bicho al asador, cuando se puede deleitar con un Tannat de Salta para ese jugoso bife de chorizo.

Aquellos que insisten en acompañar cualquier plato con tinto, pueden descubrir que efectivamente hay una variedad tinta, el Pinot Noir, grácil, sutil, que puede crear armonías inclusive con un sashimi o un ceviche. Lo mejor Pinot Noir, en Argentina, son los de altura-Valle de Uco- o los patagónicos. Si está de viaje en otro lugar del planeta donde los vinos del mundo se encuentran presentes en cualquier restaurante, aproveche para probar la verdad del Pinot Noir: un borgoña, un vero tinto de la Bourgogne con denominación de origen, allí no hay otra variedad tinta.

Primero elegir el vino cuyo recuerdo despierta deseos urgentes de revisitarlo, es otra de las opciones. En el restaurante podrá elegir el plato que acompañe al vino. Un ejemplo: para quienes tengan antojos de un Torrontes salteño aggiornado pero auténtico, vaya a un lugar donde la comida acompañe al vino y no al revés. Un peruano como La Mar de Gastón Acurio que abrirá el 18 de marzo en Buenos Aires, o un liviano exotismo en Sudestada, ambos en el barrio porteño de Palermo Hollywood, donde todo los platos parecen pensados para el Torrontés.

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