Florería Atlántico, mezcla de razas

Este desconcertante universo al que se desciende por una pesada puerta, casi secreta, acaba de ser galardonado como uno de los 50 mejores bares del mundo. La voluptuosidad de las flores del local a la calle se entrevera con vinilos y botellas se de vino sabiamente elegidos. Al descender la escalera se descubre otro mundo: multitudes y tragos como flores.

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Este desconcertante universo al que se desciende por una pesada puerta, casi secreta, acaba de ser galardonado como uno de los 50 mejores bares del mundo. La voluptuosidad de las flores del local a la calle se entrevera con vinilos y botellas se de vino sabiamente elegidos. Al descender la escalera se descubre otro mundo: multitudes y tragos como flores.


El espacio fue creado por los gurús de las barras, Julián Díaz, propietario del emblemático 878, de Villa Crespo y Renato –Tato-Giovannoni, un barman itinerante que prepara y asesora en tragos y spirits en todo el mundo, especialmente en Londres.

El local la florería es diurno, pero sus flores despliegan también de noche toda su voluptuosidad, sus fragancias. Una escalera lleva al bar una aleteante, bulliciosa mariposa de la noche.

A medida que las horas avanzan, la larga barra, las altas mesas laterales y las del fondo son ocupadas por un público heterogéneo de todas las edades, todos los sexos, todos los orígenes y todos los colores. No es un espacio transgresor, si un underground bullicioso, un lugar de encuentro para "disfrutones", como dicen en Madrid.
La cuestión del origen está bien presente en el diseño conceptual del lugar. Un cóctel originario, entrecruzamiento de razas que marcó esta fuerte identidad no solo porteña. Se extendió por este amplio espacio del fin del mundo.

Los polacos trajeron el vodka. La ginebra holandesa, se instaló en las pampas, apurado en pulperías, devenido en alcohol gauchesco o de compadritos en las esquinas rosadas. Son solo dos ejemplos, ni hablar del vino y los champagnes, ahora mentados como espumantes. Todos, como los conquistadores cruzaron el Atlántico y se convirtieron en otra cosa, perdieron su denominación de origen, se mezclaron con los hombres y la vida. Se convirtieron en otra cosa.

Recomiendo Cruzar el Atlántico y bajar de la Florería al Bar. Está en la serpenteante calle Arroyo.. Onda infinita

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